El rol docente en la Era de la Información


Existe un consenso generalizado, la tecnología digital y la comunicación han penetrado, de forma casi omnipresente, en nuestra vida cotidiana. Los fenómenos de la globalización y la tercera revolución industrial (conocida como revolución científica - tecnológica) han llegado para quedarse. De esta forma, varias tareas diarias se han visto reconvertidas por el uso de una computadora o un smartphone. Interactuar con amigos y familiares, organizar nuestra agenda laboral, realizar compras, leer el periódico, chequear el pronóstico del clima etc., son sólo algunos simples ejemplos de lo que podemos hacer con un pequeño dispositivo con conexión a la red.

Sin lugar a dudas, nos encontramos inmersos en una nueva "Era Digital", ésta fue construyendo un tipo de sociedad fuertemente tecnologizada. En ella, los hábitos y los estilos de vida sufren de una persistente transformación impulsadas por el imparable y permanente desarrollo tecnológico. El presente escenario virtual ha suscitado, no sólo novedosas practicas comunicativas, sino también nuevas formas de realizar el trabajo, el contacto con la información y la manera en que nos distendemos.  
En consecuencia, el ámbito educativo no ha podido retirarse de su avallasadora influencia. Dentro de este contexto social en constante cambio, los nuevos alumnos experimentan, conviven y se desarrollan en un escenario tecnológico donde el acceso a la información se encuentra a un "click" de distancia. Convirtiéndose en nativos interactivos, nuestros jóvenes han adquirido características y rasgos totalmente diferenciados a los de cualquier generación anterior. 

Las nuevas exigencias merecen una precisa reconversión del  plano educativo. Éstas deben encararse tanto para el aspecto de los contenidos como para las metodologías de enseñanza. En definitiva, planteamos la necesidad de un cambio profundo, ligadas a las demandas y a las óptimas adecuaciones con los tiempos actuales. Ahora bien, para concretar eficientes soluciones, es imperioso replantear el accionar diario docente. La escuela y el profesor ya no pueden erguirse como un único reservorio del conocimiento. Los nuevos desafíos devienen de la ordenada y coherente integración de las TIC´S (tecnologías de la comunicación e información) al aula. De esta manera, se vuelve imprescindible repensar nuestra labor.  Para ello, debemos anteponer  la creatividad como el principal valor a la hora de generar una salida que nos permita ocupar el rol que el alumno necesita. 

Por otra parte, acercar un mero dispositivo tecnológico no soluciona por si sólo el problema. Es necesario delimitar su uso e incumbencia. No obstante, plantear modificaciones en la tarea diaria docente implica cuestionar aquellos supuestos tradicionalistas que hoy consideramos inherentes. La vieja concepción de reducir la tarea docente a la mera reproducción de contenidos no parece dar respuestas satisfactorias a una sociedad que demanda nuevas formas de construir el conocimiento. Estas demandas ameritan una reconversión sobre la percepción hacia el accionar docente, su autoridad y el tipo de vinculo que se construye entre los agentes que participan de la interacción áulica.

Siempre debemos tener presente que, en definitiva, la escuela es una organización social que comprende un sistema de acción cuyos objetivos se orientan a soluciones particulares en un contexto caracterizado por la incertidumbre.  Existen diversas esferas de influencia que impactan en dicha problemática. Un primer aspecto a refrendar alude a la noción de espacio que ocupa el docente frente a su grupo. Si bien es cierto que las instituciones son constructos humanos que orientan el comportamiento y la libertad de los actores, cometeríamos una grave equivocación si consideramos al alumno como un sujeto pasivo. Su rol es tan, o quizás, más importante que el del docente. Por rol hacemos referencia a aquella conducta socialmente esperada en función al posicionamiento que se ocupa en el mundo sociocultural. Sin embargo, para que el alumno se transforme en verdadero protagonista del aprendizaje, el docente debe fomentar un espacio de participación activo. Precisamente, dentro de este ámbito, la tecnología, percibida como recurso exógeno, pueden ofrecernos una respuesta consensuada. No obstante, esto implica reformular el accionar pedagógico. 
Dejar de lado la autonomía del estudiante, conduce hacia una pérdida del necesario incentivo a la hora de construir conjuntamente el conocimiento. Un aspecto fundamental para lograr una clase efectiva requiere del intercambio docente-alumno. Para ello, es primordial poder acordar los temas, la forma de participación, los métodos evaluativos etc., que van a formar parte de la clase. 

Otro aspecto a tener en cuenta es el impacto de la tecnología de la información en la autoridad docente. Antes de comenzar, es importante remarcar el hecho de que toda acción social organizada supone la creación, instrumentalización y reproducción del poder. Por ende, toda empresa colectiva genera desigualdades, relaciones de dependencia y controles sociales. Una vez aclarado el tema, estamos en condiciones de afirmar que existe una clara asimetría de poder del profesor respecto al alumnado. Este fenómeno se ve acentuado no solo por la legitimidad de base, otorgada por la institución, sino también por el hecho de que el docente posee el expertise del conocimiento. No obstante, en la actualidad, dicha asimetría se ve reducida. Esto se debe a que el reservorio de la información se encuentra al alcance de todos los actores, disminuyendo así la brecha que los diferenciaba. Por lo tanto, frente a esta novedosa situación donde su legitimidad de hecho es cuestionada, el docente debe reformular su posicionamiento a la hora de recomponer su autoridad. 

En los tiempos venideros existe una cuestión que no podemos dejar de lado, nuestra principal tarea debe ser la de enseñar a aprender. Esto significa brindar las herramientas apropiadas y necesarias a los alumnos para que sean ellos quienes interpelen al conocimiento. Se hace indispensable pregonar una educación que apunte al desarrollo del pensamiento crítico y la autonomía del saber. Requiere de un esfuerzo intelectual que permita cuestionar a aquellas afirmaciones dadas como verdades absolutas. Esto conlleva necesariamente a desarrollar la curiosidad, la creatividad, la reflexión y la capacidad de asombro como ejes primordiales a la hora de animar la voluntad por aprender. De cualquier modo, el rol del docente 2.0 debe estar asentado en la idea de modificar la transmisión unidireccional del conocimiento por una mucho más horizontal. Para lograrlo se deben incorporar nuevas atribuciones y capacidades. De esta manera, guiar, organizar, acompañar, orientar, coachear, facilitar y gestar el aprendizaje son cualidades fundamentales si se pretende virar hacia esta dirección.

La irrupción y posterior masificación de las nuevas tecnologías en el entramo social contemporáneo nos exige poder pensarlas dentro de las instituciones educativas. A su vez, todo cambio social requiere el repensar la institución en dicho contexto. Una de las variables a tener en cuenta son las practicas que se desarrollan entre los diversos actores. Por consiguiente, creemos la importancia de preguntarnos por las modificaciones que introduce la era digital en dicha institución. Generando así nuevas prácticas, nuevas relaciones, nuevos modos de circulación de la información, de la comunicación etc. Impactando de forma directa en los roles de los actores en juego.
La institución educativa tiene que estar vinculada con el lugar-espacio donde se emplaza para ser un instrumento de socialización secundaria. Además, el rol del docente, principalmente, es hacer de andamiaje del estudiante en la construcción del conocimiento significativo. En dicho escenario, el estudiante es el actor central dentro de la dinámica del aprendizaje ya que, los saberes que se adquieran deben potenciar su vida en sociedad.


En el desarrollo planteamos que la autoridad docente se encuentra cuestionada en tanto las nuevas tecnologías dan acceso a la información. De esta manera, se pregona un escenario que parece desplazar al docente de ese lugar de poder en tanto aquel que “porta el saber”. Pero, si sólo pensamos a la tecnología como un lugar-saber, está claro que la autoridad del docente va a sufrir cuestionamientos. Sin embargo, creemos que la tecnología es un espacio donde circula información que es de “libre acceso para todos” (este puede ser un punto discutible). Aun así, la información, por si sola, no puede ser considerada como conocimiento localizado. Sostenemos que la información de “libre acceso” sin la problematización correspondiente por parte de los estudiantes-docentes, no llega a concretar un conocimiento significativo. Esta información carece del necesario plus, producto de la interacción en el aula, con pares y acompañado de un docente a cargo.
La tecnología puede ser considerada como una herramienta más a la hora de construir conocimiento. Es decir, una herramienta tanto para el docente a la hora de planificar una clase, como para el estudiante a la hora de apoderarse, conjuntamente, del saber. Así también, como un medio facilitador para la trasmisión de conocimiento que porta el docente, partiendo  de  la asimetría en el aula, propia de la dinámica que le es inherente. Además, la tecnología puede funcionar como un facilitador que posibilite y fomente la interacción en donde todos los actores resulten modificados en dicho proceso.

Ahora bien, la tecnología no puede ser pensada como un oráculo. Esta situación coloca en un lugar pasivo no solo al docente, sino también al estudiante. Vivimos en una era en donde todo el saber parece estar construido, donde todo parece dicho y en donde se vive la ilusión de que existe una respuesta para cada pregunta. Frente a esta perspectiva, nos encontramos con el desafío de romper con dicha ilusión. Debemos movernos del lugar de meros consumidores de información digital. Para ello, el docente debe apelar a la creatividad para con sus alumnos. La propuesta es salir de la pasividad, del lugar de objeto, y apostar a la formación de sujetos que se interesan y se muestran motivados por una pregunta disparadora. Sabemos que el modo de acercarse a los adolescentes, hoy en día, es a través de la tecnología, gran parte de sus vidas pasan por esos dispositivos digitales. La apuesta docente es la de hacer uso de este nuevo lenguaje para generar individuos que no estén atados a la ilusión de una pantalla, sino a la posibilidad de ser hacedores del saber, un saber único construido en un aula. 


En cuanto al entramado social, como afirmamos anteriormente, toda acción social organizada supone la creación, instrumentalización y reproducción del poder por medio de la imposición de discursos hegemónicos. La necesidad de fomentar el uso de las  TIC’S y de canales alternativos, puede posibilitar la proliferación de discursos tendientes a generar nuevos encuadres de socialización y masificación de saberes. Asimismo, la emergencia de discursos alternativos pueden llegar a potenciar el devenir de una sociedad plural e inclusiva con características de una democracia real. El aumento de la cantidad de oferta lleva a fortalecer el desarrollo y el devenir de la construcción de diversos significantes que atraviesan y construyen la sociedad.

En síntesis, la tecnología y la educación deben ser dos cuestiones apuntaladas a desarrollar a las sociedad por el camino de la prosperidad. Precisamente, dicho objetivo tiene que servir como eje integrador a la hora de fusionar los dos mundos. Pero, si bien es cierto que integrar la tecnología en el aula supone un sin fin de desafíos, la clara delimitación de los procedimientos, objetivos, propósitos y estrategias didácticas y pedagógicas conseguirán maximizar los beneficios educativos en un sentido amplio e inclusivo. 



Autor: Lic. Adrian Arévalo
Mail contacto: adrianarevalo333@gmail.com

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