Nueva Zelanda es una nación de escaso contacto en el plano económico y cultural con la región latinoamericana, aun así, la experiencia "kiwi" puede resultar en un importante antecedente para formular propuestas concretas. Existen razones contundentes que vinculan indirectamente a estos dos mundos. Ambos diseñaron su modelo socioeconómico durante gran parte del siglo XX bajo la órbita de una planificación altamente centralizada. Además, continúan basando su desarrollo en la capacidad del sector primario y en la potencia que les brindan sus recursos naturales. Y si bien, la forma en que se plasman los procedimientos de innovación responden a la historia, cultura y capacidades particulares de cada país, algunos aspectos que nos brinda el proceso neozelandés son fundamentales para el fortalecimiento del sistema productivo de cualquier país latinoamericano.
Actualmente, la isla se presenta como una de la economías menos reguladas de todo el mundo, solo por detrás de Singapur y Hong Kong. Por lo menos, así lo demuestra el Indice de Libertad Económica, un ranking anualmente elaborado por la Fundación Heritage y The Wall Street Journal. La nota final de 83.7 puntos sobre 100 colocó en el 2017 al país en la tercera posición, desplazando a Suiza al cuarto puesto de la lista.
Actualmente, la isla se presenta como una de la economías menos reguladas de todo el mundo, solo por detrás de Singapur y Hong Kong. Por lo menos, así lo demuestra el Indice de Libertad Económica, un ranking anualmente elaborado por la Fundación Heritage y The Wall Street Journal. La nota final de 83.7 puntos sobre 100 colocó en el 2017 al país en la tercera posición, desplazando a Suiza al cuarto puesto de la lista.
Pero, ¿cuál es la historia detrás del éxito?.
Todas las reformas tendientes a desconcentrar el manejo del Estado en la actividad económica tuvieron lugar en los años 80. La fecha no es casualidad, coincide con el surgimiento de figuras como Margaret Thatcher o Ronald Reagan, aunque en el caso neozelandés se presentan ciertas particularidades. A diferencia de la mayoría de las naciones pertenecientes a la OCDE, las reformas liberales en Nueva Zelanda fueron encaradas por políticos de centro izquierda. Sin lugar a dudas, el más importante de todos ellos fue Roger Douglas (Ministro de Finanzas) que propuso en 1983 todo un paquete general de desregulaciones. Como era de esperarse, desde las filas progresistas no faltaron las críticas de quienes consideraron que todo aquello suponía un descarado giro hacia la derecha.
Nueva Zelanda llevaba décadas de estancamiento, la nación que supo ocupar el décimo puesto de ingreso per cápita en los años 50 se encontraba en una delicada situación producto de la rigidez de su propio sistema. Para 1985 la isla acumulaba más de 30 años creciendo a menos de la mitad del promedio de la OCDE. Pasó de ser el quinto país más rico del mundo a ocupar el vigésimo lugar, la tasa de desempleo superaba ampliamente las dos cifras y la inflación se proyectaba como un potencial problema.
Los precios, los sueldos, los tipos de interés, las rentas empresariales, los alquileres, el comercio, prácticamente todos los ámbitos de la economía estaban controlados de forma exhaustiva. Además, se sumaba una nefasta disciplina monetaria que elevo el proceso inflacionario durante gran parte de los 70 en más de 10%.
Todos los problemas que venía arrastrando el Estado Benefactor neozelandés se agravaron profundamente con el ingreso de Gran Bretaña (principal socio comercial) a la Comunidad Europea, esto redujo estrepitosamente el nivel de exportaciones. Las fluctuaciones en el precio del petróleo de 1973 y el incremento de la deuda pública, destinada a financiar todo tipo de programas sociales, tampoco ayudaron y condujo al país a concretar un déficit fiscal del 7% a inicios de los 80. La crisis sistémica fue tan profunda que el Partido Nacional convocó a elecciones anticipadas que fueron ganadas por el Partido Laborista de tradición socialista.
Una vez en el poder, y de la mano de David Lange ( Primer Ministro en 1984), se comenzó un intenso proceso de transformación que no solo incluyó las tradicionales reformas aperturistas. Una parte fundamental del plan consistió en refundar toda la estructura del sector público poniendo en marcha lo que la historia conoce como Rogernomics.
Roger Douglas fue durante mucho tiempo una de las figuras más respetadas de la izquierda local. Sin embargo, a comienzo de los 80 había empezó a criticar duramente la línea tradicional del laborismo y el colapso económico que sufría la isla no hizo más que sacudir su conciencia, llevándole a asumir premisas más liberales que los defendidos por los propios políticos de derecha neozelandés.
Su llegada al Ministerio de Finanzas, el 26 de Julio de 1984, abrió las puertas a la implementación de reformas de mercado. Desde un primer momento, se rodeó con profesionales que llevaban años instalados en tesis liberales. Ahora bien, ¿cómo lograron encausar la recuperación?. Las primeras decisiones pasaron por quitar los controles de precios y facilitar un mayor grado de libertad monetaria, comprendieron que, sin una moneda estable el resto de medidas estaban destinadas al fracaso.
En el plano impositivo se simplificaron y se redujeron impuestos. De los cinco tramos del Impuesto sobre la Renta de Personas Físicas (IRPF) se pasó a tres. Al mismo tiempo, se disminuyó la tasa de los tipos efectivos para todos los niveles de renta. En cuanto al impuesto al valor agregado (IVA), se reemplazo el modelo que llegaba a establecer tasas de hasta un 50%, en productos con determinadas características, por uno homologado al 10%. El Impuesto a Sociedades también sufrió modificaciones, cayendo del 48% al 33%. Los cambios generaron un profundo efecto expansivo, haciendo que la recaudación aumentara del 30% al 33% del PBI.
El sector público presentaba ciertas irregularidades, existían fuertes rigideces burocráticas y los funcionarios gozaban de una estabilidad laboral que no tenía precedentes en ninguna rama dentro del sector privado. Los jefes y altos directivos de las distintas áreas llegaban a ocupar esos cargos basándose en criterios de antigüedad antes que por méritos. En líneas generales, el sector estaba percibido por la sociedad como lento, costoso e ineficiente. A raíz de todos estos motivos, entre 1988 y 1989 se promulgaron dos leyes que fueron fundamentales: la State Sector Act y la Public Finance Act. Ambas con el objetivo de concretar un mayor grado de agilidad y transparencia en la gestión. Así, se otorgó a los funcionarios, en importantes posiciones de poder, mayor libertad para cumplir sus metas y mayor flexibilidad en el manejo de sus recursos humanos y financieros. Asimismo, el gobierno pudo implementar un sistema de incentivos basados en bonos de desempeño para los empleados públicos. Las regulaciones laborales en el aparato estatal se empezaron a regir por la mismas normas que en el sector privado y el nombramiento de los directores comenzó a realizarse por un periodo fijo, que no coincidía con el ciclo electoral, para separarlo del proceso político.
Estas medidas no solo son importantes por el efecto que desprendieron, sino porque a las claras demuestran cómo es posible y factible construir un consenso para efectuar necesarias reformas del Estado entre fuerzas políticas antagónicas que, en el caso de Nueva Zelanda, se dieron entre el Partido Nacional y el Laborista.
Otro gran giro en la política neozelandesa fue dado por el manejo de sus empresas estatales. Compañías de telecomunicaciones, ferrocarriles, líneas de transporte marítimo, minería, correo, aerolíneas, bancos, empresas siderúrgicas, petroleoquímicas etc. En todas las áreas el Estado tenía una influyente participación que se traducía en un gigantesco peso sostenido sólo por el conjunto social. Para quitar la presión del sector público sobre el dinero de todos los contribuyentes, Douglas se propuso promover, desde 1986, la privatización de aquellas empresas deficitarias. Pero, a diferencia de otros procesos similares, las licitaciones públicas no significaron una oportunidad para favorecer a determinado conglomerado empresarial o al conjunto de amigos del poder. De esta forma, se empezó a introducir un nuevo criterio en el gasto público, más cercano al vigente en las empresas privadas.
Desde la perspectiva comercial, Nueva Zelanda llevó a cabo en 1983 la firma de un tratado de libre comercio con Australia que resultó ser un antecedente en el camino que se iba a asumir. En los años venideros se continuaron firmando este tipo de tratados con naciones oriundas de otras regiones. También, en algunos casos, se decidió unilateralmente retirar las trabas a variados productos importados.
Como resultado de la coherente y coordinada planificación política, el déficit fiscal, que rondaba el 7% cuando Roger Douglas asumió como ministro, había caído al 1% a fines de los 80.
Aún así, la reforma más trascendental y polémica que adoptó la isla fue la encarada en el sector agrícola. Luego de varias e intensas negociaciones, se lograron quitar todas las medidas proteccionistas y el 99% de los subsidios sobre la actividad, liberalizando por completo el sector primario. Cabe aclarar que la agricultura es la vedette de Nueva Zelanda, algo así como el petróleo para las cuentas en Arabia Saudí.
Las reformas supusieron un importante periodo de ajuste para las exportaciones agrícolas entre 1984 y 1990. Sin embargo, una vez completado el proceso de reconversión, el nuevo contexto empezó a mejorar de manera constante y sustancial. Es más, hoy el peso de la agricultura sobre el PBI es mayor que hace 30 años atrás. Y no solo eso, el sector se transformó en un trascendental mecanismo que genera una entrada de dólares genuinos indispensables para mantener el valor de su moneda.
El desempeño económico y social de Nueva Zelanda fue mejorando desde los años 80 y los datos confirman el éxito de su apuesta. El gasto público cayó del 42% en 1985 al 35% en 2015 sin que se haya multiplicado la cantidad de pobre, más bien pasó todo lo contrario, la clase media actualmente se encuentra más robusta y saludable que nunca. El PBI per cápita se disparó y pasó de $8.000 a $39.000 entre 1980 y 2017. La deuda pública que llego a tocar el 60% del PBI en los años más duros, hoy se redujo a la mitad y se proyecta que baje en el futuro cercano al 23%. Y por si fuera poco, en los últimos años el crecimiento ha sido en promedio 2,5%, el desempleo se ha mantenido en cifras bajas de un solo dígito y la inflación no supera anualmente el 0,5%.
Una vez en el poder, y de la mano de David Lange ( Primer Ministro en 1984), se comenzó un intenso proceso de transformación que no solo incluyó las tradicionales reformas aperturistas. Una parte fundamental del plan consistió en refundar toda la estructura del sector público poniendo en marcha lo que la historia conoce como Rogernomics.
Roger Douglas fue durante mucho tiempo una de las figuras más respetadas de la izquierda local. Sin embargo, a comienzo de los 80 había empezó a criticar duramente la línea tradicional del laborismo y el colapso económico que sufría la isla no hizo más que sacudir su conciencia, llevándole a asumir premisas más liberales que los defendidos por los propios políticos de derecha neozelandés.
Su llegada al Ministerio de Finanzas, el 26 de Julio de 1984, abrió las puertas a la implementación de reformas de mercado. Desde un primer momento, se rodeó con profesionales que llevaban años instalados en tesis liberales. Ahora bien, ¿cómo lograron encausar la recuperación?. Las primeras decisiones pasaron por quitar los controles de precios y facilitar un mayor grado de libertad monetaria, comprendieron que, sin una moneda estable el resto de medidas estaban destinadas al fracaso.
En el plano impositivo se simplificaron y se redujeron impuestos. De los cinco tramos del Impuesto sobre la Renta de Personas Físicas (IRPF) se pasó a tres. Al mismo tiempo, se disminuyó la tasa de los tipos efectivos para todos los niveles de renta. En cuanto al impuesto al valor agregado (IVA), se reemplazo el modelo que llegaba a establecer tasas de hasta un 50%, en productos con determinadas características, por uno homologado al 10%. El Impuesto a Sociedades también sufrió modificaciones, cayendo del 48% al 33%. Los cambios generaron un profundo efecto expansivo, haciendo que la recaudación aumentara del 30% al 33% del PBI.
El sector público presentaba ciertas irregularidades, existían fuertes rigideces burocráticas y los funcionarios gozaban de una estabilidad laboral que no tenía precedentes en ninguna rama dentro del sector privado. Los jefes y altos directivos de las distintas áreas llegaban a ocupar esos cargos basándose en criterios de antigüedad antes que por méritos. En líneas generales, el sector estaba percibido por la sociedad como lento, costoso e ineficiente. A raíz de todos estos motivos, entre 1988 y 1989 se promulgaron dos leyes que fueron fundamentales: la State Sector Act y la Public Finance Act. Ambas con el objetivo de concretar un mayor grado de agilidad y transparencia en la gestión. Así, se otorgó a los funcionarios, en importantes posiciones de poder, mayor libertad para cumplir sus metas y mayor flexibilidad en el manejo de sus recursos humanos y financieros. Asimismo, el gobierno pudo implementar un sistema de incentivos basados en bonos de desempeño para los empleados públicos. Las regulaciones laborales en el aparato estatal se empezaron a regir por la mismas normas que en el sector privado y el nombramiento de los directores comenzó a realizarse por un periodo fijo, que no coincidía con el ciclo electoral, para separarlo del proceso político.
Estas medidas no solo son importantes por el efecto que desprendieron, sino porque a las claras demuestran cómo es posible y factible construir un consenso para efectuar necesarias reformas del Estado entre fuerzas políticas antagónicas que, en el caso de Nueva Zelanda, se dieron entre el Partido Nacional y el Laborista.
Otro gran giro en la política neozelandesa fue dado por el manejo de sus empresas estatales. Compañías de telecomunicaciones, ferrocarriles, líneas de transporte marítimo, minería, correo, aerolíneas, bancos, empresas siderúrgicas, petroleoquímicas etc. En todas las áreas el Estado tenía una influyente participación que se traducía en un gigantesco peso sostenido sólo por el conjunto social. Para quitar la presión del sector público sobre el dinero de todos los contribuyentes, Douglas se propuso promover, desde 1986, la privatización de aquellas empresas deficitarias. Pero, a diferencia de otros procesos similares, las licitaciones públicas no significaron una oportunidad para favorecer a determinado conglomerado empresarial o al conjunto de amigos del poder. De esta forma, se empezó a introducir un nuevo criterio en el gasto público, más cercano al vigente en las empresas privadas.
Desde la perspectiva comercial, Nueva Zelanda llevó a cabo en 1983 la firma de un tratado de libre comercio con Australia que resultó ser un antecedente en el camino que se iba a asumir. En los años venideros se continuaron firmando este tipo de tratados con naciones oriundas de otras regiones. También, en algunos casos, se decidió unilateralmente retirar las trabas a variados productos importados.
Como resultado de la coherente y coordinada planificación política, el déficit fiscal, que rondaba el 7% cuando Roger Douglas asumió como ministro, había caído al 1% a fines de los 80.
Aún así, la reforma más trascendental y polémica que adoptó la isla fue la encarada en el sector agrícola. Luego de varias e intensas negociaciones, se lograron quitar todas las medidas proteccionistas y el 99% de los subsidios sobre la actividad, liberalizando por completo el sector primario. Cabe aclarar que la agricultura es la vedette de Nueva Zelanda, algo así como el petróleo para las cuentas en Arabia Saudí.
Las reformas supusieron un importante periodo de ajuste para las exportaciones agrícolas entre 1984 y 1990. Sin embargo, una vez completado el proceso de reconversión, el nuevo contexto empezó a mejorar de manera constante y sustancial. Es más, hoy el peso de la agricultura sobre el PBI es mayor que hace 30 años atrás. Y no solo eso, el sector se transformó en un trascendental mecanismo que genera una entrada de dólares genuinos indispensables para mantener el valor de su moneda.
El desempeño económico y social de Nueva Zelanda fue mejorando desde los años 80 y los datos confirman el éxito de su apuesta. El gasto público cayó del 42% en 1985 al 35% en 2015 sin que se haya multiplicado la cantidad de pobre, más bien pasó todo lo contrario, la clase media actualmente se encuentra más robusta y saludable que nunca. El PBI per cápita se disparó y pasó de $8.000 a $39.000 entre 1980 y 2017. La deuda pública que llego a tocar el 60% del PBI en los años más duros, hoy se redujo a la mitad y se proyecta que baje en el futuro cercano al 23%. Y por si fuera poco, en los últimos años el crecimiento ha sido en promedio 2,5%, el desempleo se ha mantenido en cifras bajas de un solo dígito y la inflación no supera anualmente el 0,5%.
Autor: Lic. Adrián Arevalo
Mail Contacto: adrianarevalo333@gmail.com
Que parecida Nueva Zelanda con Argentina. Lamentablemente, la NZ pre 1985
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