Italia, la tercera economía de la Eurozona y la octava del mundo, sufre de un grave problema de estancamiento estructural que enciende un alerta naranja hacia las aspiraciones del modelo europeo. El Viejo Continente todavía no ha terminado de asimilar el duro golpe que significó la salida británica del mercado común, por lo tanto, un futuro colapso de las cuentas italianas no haría más que acertar una herida letal al proyecto europeísta.
El estudio elaborado por la Confindustria (cámara de industriales italianos) es contundente, durante 15 años el país prácticamente no creció. Es más, si se comparan los PBI de Italia y Alemania entre los períodos 2000-2015, el primero decayó un 0,5%, mientras que el segundo presenta un crecimiento del 18,2%. Pero los datos desfavorables no solo quedan ahí. Desde la introducción de euro y luego de 18 años, el PBI per cápita prácticamente se sitúa en el mismo nivel, incluso ligeramente por debajo, de 34.901€ en 1999 a 34.817€ al finalizar el 2017. La lista de malas noticias continua, a esta debemos agregarle la relación deuda pública-producto que es de un 156% (de las más elevadas de Europa, sólo superada por la Grecia de Alexis Tsirpas). Según estimaciones del Banco de Italia, este dato se traduce en unos 2,3 billones de euros, lo que equivale aproximadamente a unos 35.000€ que cada ciudadano italiano le debe a diferentes acreedores e instituciones financieras.
Ahora bien, ¿qué factores determinan el retroceso de su economía?.
Son múltiples los elementos que configuraron la realidad actual. Aún así, existen componentes que son centrales. El grave problema dentro del sistema financiero es uno de ellos. La trágica situación de la banca no es ninguna novedad, en Italia las entidades bancarias tienen 349.000 millones de euros en concepto de morosidad. Los sucesivos gobiernos, el Banco Central y demás instituciones supervisoras han decidido omitir las continuas llamas de atención por parte de la Unión Europea que recomendaba adoptar medidas preventivas en esta área.
La banca italiana es la menos rentable de toda Europa occidental y su rentabilidad tenderá a caer en un escenario de estancamiento económico y bajas tasas de interés. Las empresas se endeudaron demasiado en las épocas de bonanza y los bancos prácticamente financiaron cualquier tipo de proyecto por más descabellado que fuera. Tampoco se ha hecho algo para reformar un modelo bancario altamente fragmentado e ineficiente. Por citar un ejemplo, en Italia funcionan 600 bancos con una red de 52 oficinas por cada 100.000 habitantes, en Alemania operan 14 oficinas por el mismo número de personas. Como resultado, el Estado sólo en 2017 ha inyectado más de 17.200 millones de euros para solventar el correcto funcionamiento de algunos bancos. También, desde hace años se viene interviniendo bancos más pequeños y regionales (Etrutia, Marche, Carife, CariChieti), todo con el dinero aportado por el conjunto de la sociedad. Y ni hablar del contexto crediticio, como era de suponerse, hoy es mucho más difícil para el ciudadano de a pie conseguir un crédito que hace 10 años atrás.
Otro factor fundamental es la presión fiscal, que convirtió al país en uno con las cargas tributarias más altas y que podría estar explicando la ausencia de dinamismo dentro de la economía italiana. Por presión fiscal nos referimos al porcentaje de los ingresos que los particulares deben aportar al Estado en concepto de impuestos. Según el reporte del Confcommercio (cámara de Comercio), la carga fiscal aparente en Italia es de 45.2%, pero la efectiva llega hasta el 55%, superior al 48.6% de Dinamarca, 48.2% de Francia y 48% de Suecia. Los bajos niveles de inversión extranjera directa no son más que el reflejo del sistema tributario, pese a que la nación desde el 2006 se esforzó para crear un entorno más ameno para los negocios (bajando 110 puntos del ranking Doing Business del Banco Mundial), las inversiones todavía no son la necesarias para equilibrar el presupuesto local. El capital internacional no solo prioriza la libertad de acción, sino que también se mueve en búsqueda de estabilidad, rentabilidad y bajas cargas impositivas.
La evasión fiscal, producto de la rigidez del sistema y de la percepción general sobre el futuro del país, está golpeando y duro las cuentas públicas. Algunos estudios determinaron que este fenómeno impide el ingreso anual de 110.000 millones de euros hacia las arcas del Estado.
Otro signo negativo recae sobre el sistema de pensiones. Italia es la nación con la población más envejecida de toda Europa y este envejecimiento va a ir acentuándose ya que también ostenta una de las tasas de natalidades más bajas dentro de los Estados del continente. Aunque el desempleo aún está en cifras tolerables (12%), el paro juvenil (40%), el extendido fraude fiscal y los hechos de corrupción, complican todo la estructura de jubilaciones.
Desde los 90 se han realizado hasta seis reformas dentro del sistema y ninguna parece haber solucionado el problema. Los más de 15 millones de jubilados comienzan a pesar y mucho sobre un Estado de bienestar que cada día resiste con menos recursos sobre la mesa. Si el objetivo es mejorar la calidad de vida de aquellas personas que se encuentran transitando la tercera edad, se debe rápidamente buscar algún otro esquema de financiamiento. De continuar por el mismo sendero se corre el peligro de desproteger el derecho adquirido. Italia no está en condiciones y no puede darse el lujo de seguir tomando compromisos fiscales, no con una deuda del 156% del PBI y con un déficit fiscal creciente de 2,6%.
En definitiva, Italia debe reajustar integralmente todo su sistema económico, no basta con acomodar una sola variable. Para ello, la política se presenta como la única herramienta viable a la hora de encarar las necesarias transformaciones. Lamentablemente, en las últimas elecciones ningún partido ha presentado una propuesta seria para reducir el endeudamiento, es más la competencia electoral pasó por ver qué partido puede aumentar el gasto público. Una vez más la sociedad es rehén de la demagogia. La conclusión del informe "Italia en cifras", elaborado por el Instituto de Estadística Italiano (ISTAT), es demoledor: Italia es hoy un país más pobre, existe una mayor presión fiscal que hace 10 años y se ha multiplicado el número de parados.
El estudio elaborado por la Confindustria (cámara de industriales italianos) es contundente, durante 15 años el país prácticamente no creció. Es más, si se comparan los PBI de Italia y Alemania entre los períodos 2000-2015, el primero decayó un 0,5%, mientras que el segundo presenta un crecimiento del 18,2%. Pero los datos desfavorables no solo quedan ahí. Desde la introducción de euro y luego de 18 años, el PBI per cápita prácticamente se sitúa en el mismo nivel, incluso ligeramente por debajo, de 34.901€ en 1999 a 34.817€ al finalizar el 2017. La lista de malas noticias continua, a esta debemos agregarle la relación deuda pública-producto que es de un 156% (de las más elevadas de Europa, sólo superada por la Grecia de Alexis Tsirpas). Según estimaciones del Banco de Italia, este dato se traduce en unos 2,3 billones de euros, lo que equivale aproximadamente a unos 35.000€ que cada ciudadano italiano le debe a diferentes acreedores e instituciones financieras.
Ahora bien, ¿qué factores determinan el retroceso de su economía?.
Son múltiples los elementos que configuraron la realidad actual. Aún así, existen componentes que son centrales. El grave problema dentro del sistema financiero es uno de ellos. La trágica situación de la banca no es ninguna novedad, en Italia las entidades bancarias tienen 349.000 millones de euros en concepto de morosidad. Los sucesivos gobiernos, el Banco Central y demás instituciones supervisoras han decidido omitir las continuas llamas de atención por parte de la Unión Europea que recomendaba adoptar medidas preventivas en esta área.
La banca italiana es la menos rentable de toda Europa occidental y su rentabilidad tenderá a caer en un escenario de estancamiento económico y bajas tasas de interés. Las empresas se endeudaron demasiado en las épocas de bonanza y los bancos prácticamente financiaron cualquier tipo de proyecto por más descabellado que fuera. Tampoco se ha hecho algo para reformar un modelo bancario altamente fragmentado e ineficiente. Por citar un ejemplo, en Italia funcionan 600 bancos con una red de 52 oficinas por cada 100.000 habitantes, en Alemania operan 14 oficinas por el mismo número de personas. Como resultado, el Estado sólo en 2017 ha inyectado más de 17.200 millones de euros para solventar el correcto funcionamiento de algunos bancos. También, desde hace años se viene interviniendo bancos más pequeños y regionales (Etrutia, Marche, Carife, CariChieti), todo con el dinero aportado por el conjunto de la sociedad. Y ni hablar del contexto crediticio, como era de suponerse, hoy es mucho más difícil para el ciudadano de a pie conseguir un crédito que hace 10 años atrás.
Otro factor fundamental es la presión fiscal, que convirtió al país en uno con las cargas tributarias más altas y que podría estar explicando la ausencia de dinamismo dentro de la economía italiana. Por presión fiscal nos referimos al porcentaje de los ingresos que los particulares deben aportar al Estado en concepto de impuestos. Según el reporte del Confcommercio (cámara de Comercio), la carga fiscal aparente en Italia es de 45.2%, pero la efectiva llega hasta el 55%, superior al 48.6% de Dinamarca, 48.2% de Francia y 48% de Suecia. Los bajos niveles de inversión extranjera directa no son más que el reflejo del sistema tributario, pese a que la nación desde el 2006 se esforzó para crear un entorno más ameno para los negocios (bajando 110 puntos del ranking Doing Business del Banco Mundial), las inversiones todavía no son la necesarias para equilibrar el presupuesto local. El capital internacional no solo prioriza la libertad de acción, sino que también se mueve en búsqueda de estabilidad, rentabilidad y bajas cargas impositivas.
La evasión fiscal, producto de la rigidez del sistema y de la percepción general sobre el futuro del país, está golpeando y duro las cuentas públicas. Algunos estudios determinaron que este fenómeno impide el ingreso anual de 110.000 millones de euros hacia las arcas del Estado.
Otro signo negativo recae sobre el sistema de pensiones. Italia es la nación con la población más envejecida de toda Europa y este envejecimiento va a ir acentuándose ya que también ostenta una de las tasas de natalidades más bajas dentro de los Estados del continente. Aunque el desempleo aún está en cifras tolerables (12%), el paro juvenil (40%), el extendido fraude fiscal y los hechos de corrupción, complican todo la estructura de jubilaciones.
Desde los 90 se han realizado hasta seis reformas dentro del sistema y ninguna parece haber solucionado el problema. Los más de 15 millones de jubilados comienzan a pesar y mucho sobre un Estado de bienestar que cada día resiste con menos recursos sobre la mesa. Si el objetivo es mejorar la calidad de vida de aquellas personas que se encuentran transitando la tercera edad, se debe rápidamente buscar algún otro esquema de financiamiento. De continuar por el mismo sendero se corre el peligro de desproteger el derecho adquirido. Italia no está en condiciones y no puede darse el lujo de seguir tomando compromisos fiscales, no con una deuda del 156% del PBI y con un déficit fiscal creciente de 2,6%.
En definitiva, Italia debe reajustar integralmente todo su sistema económico, no basta con acomodar una sola variable. Para ello, la política se presenta como la única herramienta viable a la hora de encarar las necesarias transformaciones. Lamentablemente, en las últimas elecciones ningún partido ha presentado una propuesta seria para reducir el endeudamiento, es más la competencia electoral pasó por ver qué partido puede aumentar el gasto público. Una vez más la sociedad es rehén de la demagogia. La conclusión del informe "Italia en cifras", elaborado por el Instituto de Estadística Italiano (ISTAT), es demoledor: Italia es hoy un país más pobre, existe una mayor presión fiscal que hace 10 años y se ha multiplicado el número de parados.
Autor: Lic. Adrián Arevalo
Mail Contacto: adrianarevalo333@gmail.com
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