La República Democrática Federal de Etiopía es una nación que cuenta con más de 100 millones de habitantes y es el único caso dentro de los países africanos que ha mantenido su independencia durante la época de reordenamiento territorial llevado a cabo por las grandes potencias europeas. Los informes publicados por las Naciones Unidas indican que el producto bruto interno (PBI) se incrementó en promedio un 10,2% entre 2009 y 2016. Lo que puede ser considerado como todo un milagro económico para África, dado que hace tan solo 20 años atrás la nación contaba con uno de los mayores índices de pobreza del mundo. Durante aquellos difíciles momentos, más de la mitad de su población sobrevivía con menos de 1,25 dólares por día.
El bienestar de los ciudadanos ha mejorado notablemente en la última década, actualmente y dado las cifras expuestas por el gobierno, la población que vive debajo el umbral de pobreza disminuyó a un 30%. Sin lugar a dudas, los servicios y la agricultura desempañan un papel trascendental para el desarrollo de las actividades económicas y en el engrose de las cuentas públicas. Distintas entidades financieras internacionales estimaron que más de la mitad del crecimiento anual del PBI, registrado durante los años dorados, fue alcanzado gracias al sector servicios, principalmente el transporte y el turismo. La fisionomía de las grandes urbes ha cambiado, las nuevas construcciones inmobiliarias y las obras de servicios públicos fueron reemplazando al antiguo y agreste paisaje, esto no es más que un signo del buen momento que vive la economía.
Pero, ¿por qué nos plantemos ciertas dudas sobre este proceso?.
No todas son buenas noticias, si bien es cierto que Etiopía es una de las economías africanas más prometedoras y que más ha crecido en el último tiempo, existen algunos cuestiones que tornan gris-oscuro a todo el contexto. Diversos estudios afirman que el país aspira a convertirse en una nación de ingresos medios para el 2025, aún así, hay cuantiosos problemas que urgen una pronta respuesta de parte de las autoridades.
Luego de meses de intensas protestas sociales, el territorio se encuentra sumergido en una aguda crisis política que desembocó en la renuncia del ex Primer Ministro Hailemariam Desaleng.
Además, algunos analistas determinan que el camino tomado no es el adecuado. Por lo menos así lo afirman las investigaciones realizadas por la prestigiosa casa de estudios Oakland Institute, que hecha por la borda la percepción de categorizar a Etiopía como uno de los leones Africanos. Es más, dicho estudio determina como las medidas de planificación autoritaria impuesta por el gobierno han de perpetuar los ciclos de pobreza, el riesgo alimenticio y la marginalidad social. Hoy en día, una nueva crisis alimentaria golpea a más de 10 millones de personas que necesitan de ayuda para poder subsistir. Esta situación ha sido atribuido al fenómeno climático de "El Niño", que se presenta como la coartada perfecta del régimen para desechar las criticas por el rumbo asumido.
La explicación climática también es utilizado como pretexto para aquellas naciones que ayudan internacionalmente a Etiopía. Como es sabido, el país del África subsahariana recibe unos 3.5 millones de dólares anuales en concepto de donaciones. Sus principales contribuyentes son los Estados Unidos, Reino Unido y el Banco Mundial. Estas, también participan activamente en el diagramado y asesoramiento estratégico para el desarrollo. Ahora bien, es importante remarcar como ninguno de los patrocinadores han realizado condena alguna por los actos encarados por el régimen etíope que, sin ningún desmedro, reprime violentamente a gran parte de su población, tildándola de anti-desarrollo, violando así varios derechos humanos.
Pero más allá de estas cuestiones, hay que remarcar como gran parte del problema se debe a las decisiones tomadas por los mandatarios locales. Etiopía a lo largo de su historia ha vivido largos periodos crónicos de hambruna, y para contrarrestar la carencia en seguridad alimentaria, se comenzó a implementar diversas políticas tendientes a fomentar la actividad en esta área. Para 2010, se lanzó el primer Plan Quinquenal de Crecimiento y Transformación (GTP), que tenía como objetivo primordial erradicar la pobreza. Este plan buscaba intensificar la productividad de los agricultores, puso en marcha programas para acelerar la industrialización agrícola a través de operaciones de cultivo a gran escala. Paralelamente a estos sucesos se creaba el Programa de Desarrollo Comunal (PDC) que significó un reordenamiento colectivo en la designación de hectáreas, lo que obligó a abandonar sus cultivos a aproximadamente 2 millones de personas, en su gran mayoría pertenecientes a tribus locales. El programa dio lugar al desalojo de estas comunidades, confiscando sus tierras y recursos hídricos, impidiendo así la posibilidad de autoabastecerse, quitándole lo único que tenían para su sustento.
Este escenario derivó desde entonces a un continuo conflicto político que evidencia las discordancias y desequilibrios del modelo. Y que llevó, como ya hemos nombrado, a una crisis de representatividad que golpea los cimientos de una nación que desde el vamos ocupa el puesto 174 según el índice de Desarrollo Humano elaborado por Naciones Unidas.
Por lo tanto, la estrategia de desarrollo etíope, aunque se presente como exitoso y haya conducido a un mejoramiento de las condiciones de bienestar de gran parte de sus ciudadanos, cosa que nadie se atrevería a negar, esconde mecanismos que rompen con la supervivencia de su propio pueblo. Es aquí donde ponemos especial atención, ya que si la nación verdaderamente aspira a convertirse en un territorio que atraiga la inversión y capitalización extranjera, para así aumentar la productividad y poder eliminar de una vez por todas los ciclos de de hambruna, debe por lo menor, corregir estas atrocidades y contradicciones.
Autor: Lic. Adrián Arevalo
Mail Contacto: adrianarevalo333@gmail.com
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