La República de Estonia es un pequeño país báltico con menos de 2 millones de habitantes situado en el norte de Europa. Sin llegar a gestar las mismas preocupaciones que Grecia, lo cierto es que su PBI se desplomó 20% a inicios de la crisis internacional entre 2008-2009. Solo el minúsculo tamaño del mercado evitó que tal desastre tuviese mayores repercusiones en la crisis europea. Luego de haber sufrido estos años de profundas dificultades, la recuperación económica comenzó a gestarse ininterrumpidamente desde el 2010. Y aunque su tasa de crecimiento todavía está lejos del periodo pre-crisis (11%), actualmente se encuentra desarrollándose y no se esperan mayores sobresaltos indeseados.
Según los datos arrojados en 2016, el Índice de Desarrollo Humano (IDH), es muy alto y el PBI per cápita se encuentra en unos €16.000, lo que lo posiciona en el puesto 44 de las 196 economías relevadas. Al mismo tiempo, la deuda pública cerró en unos 1.987 millones de euros y es una de las más bajas de toda Europa, si la comparamos en relación con el PBI solo representa el 9,4%. El déficit fiscal no es un problema y la flexibilidad laboral ha conseguido aliviar rápidamente la situación de los ciudadanos que perdieron el trabajo en los momentos más duros. Entre aquellos años, el desempleo subió de menos de 6% a más de 16%, pero para el 2012 se evidenciaba una tasa cercana al 10% y para el 2015 ya se encontraba en niveles normales.
Bajo este escenario hoy se encuentra Estonia, sus cuentas están estabilizadas y a la espera de encausar el apabullante desarrollo que supo tener.
Pero, antes de desentrañar las posibilidades con las que se cuenta, es preciso preguntarse, ¿cómo era la realidad antes de lograr la independencia?.
Poco tiempo después de la conquista alemana en París, la URSS el 16 de julio de 1940 denunció a Estonia por realizar conspiraciones contra los intereses soviéticos. Ordenó la inmediata conformación de un nuevo gobierno y la aceptación de la ocupación del territorio por parte de sus fuerzas. Luego de cinco días donde las presiones políticas no se hicieron esperar, la nueva administración títere solicita oficialmente la incorporación al bloque socialista. Inmediatamente alrededor de 100.000 soldados apoyados por 600 tanques y más de 1.000 aviones tomaron el país, blindando sus costas.
La intervención durante 51 años por parte de la Unión Soviética repercutió negativamente en su despliegue económico y bienestar social, volviéndose casi nulo en comparación con otras naciones como Finlandia o Suecia en la que Estonia estaba prácticamente a la par antes de la Segunda Guerra Mundial.
Desde 1986 las manifestaciones nacionalistas se vieron multiplicadas a raíz de la decadente realidad donde proliferaba el desabastecimiento. La independencia finalmente llegó en 1991 y a diferencia de muchas otras ex naciones que formaron parte del bloque, Mart Laar electo Primer Ministro rompió todo tipo de vinculo con Moscú, realizando una rápida transición, liberalizando el por entonces heredado y obsoleto sistema productivo.
Sin perder el tiempo se firmaron tratados de libre comercio con la Unión Europea y los países escandinavos. Es cierto que existió hasta 1994 una fuerte recesión producto de la contundente dependencia que se tenía con el antiguo régimen. Sin embargo, la apertura comercial obligó a las actividades locales a mejorar la competitividad (más que nada en la agricultura y la industria), lo que contribuyó a dinamizar el sistema.
Y desde 1995 hasta 2005 Estonia experimentó un vigoroso crecimiento, alcanzando diversos estándares equiparables con el resto de Europa. Dicho desenvolvimiento le permitió entrar a la Unión Europea, anhelo que varios de los Estados ex-soviéticos todavía están muy lejos de alcanzar.
Ahora bien, ¿cuáles son las características de Estonia para posicionarse de cara a los nuevos desafíos?.
Son varios los elementos distintivos que nos permiten intuir el futuro éxito del país; el equilibrio entre los ingresos y los gastos, la apertura comercial o la baja carga burocrática son solo algunos destacados ejemplos. No obstante, existen dos factores totalmente inéditos que pueden acelerar el desarrollo. El primero está relacionado a la intención de acuñar su propia criptomoneda. Esto quiere decir que la nación está dispuesta a lanzar en el mercado una oferta pública en moneda digital (llamada Estcoin), de la misma forma que se realiza con las acciones de empresas que operan en la bolsa. Los Estcoin estarán garantizados por las autoridades estonias, al igual que las transacciones que se puedan hacer con ellas. La idea es construir un gigante fondo soberano e independiente al estilo Noruego con todo el dinero que ingrese de su venta. También, podría ser utilizado como capital de riesgo para apoyar empresas radicadas en el territorio. Este nuevo medio digital de intercambio ha logrado atraer la mirada de gigantescos grupos inversores globales y Estonia quiere ser de los primeros Estados en aprovechar la situación.
El segundo componente está estrechamente vinculado con el concepto de ciudadanía digital, derecho resguardado por la constitución local. Pero antes de centrarnos en este punto, es trascendental destacar como el país se ha convertido en la primera nación digital de toda Europa. El 97% de las escuelas tienen acceso a Internet, el 94% de los impuestos se procesan vía online y hasta se puede votar con netbook, básicamente se puede acceder a cualquier tipo de servicio a través de la web. Esta fue la manera que encontraron los estonios para librarse de un Estado pesado, a través del avance en las nuevas tecnologías que impulsan el gran salto hacia adelante en materia de progreso, ya que no requiere de siglos de decantación institucional y ahorran cuantiosas cantidades de recursos.
Dicha disposición proporcionó los componentes necesarios para concretar una de las innovaciones más radicales en lo que significa planificación de inversiones. La ciudadanía digital, que no otorga derechos constitucionales, tampoco permite que los extranjeros voten ni exime de visa, pero sí proporciona la capacidad de iniciar negocios allí. Pudiendo acceder al centenar de servicios que el gobierno ofrece por Internet las ventajas económicas y administrativas son verdaderamente gigantescas. Uno de los beneficios más importantes es la posibilidad de abrir una firma que opere dentro de la Unión Europea sin la necesidad de contar con la nacionalidad de ninguno de sus 28 países. El objetivo es que los nuevos residentes contribuyan a la economía abriendo empresas, utilizando sus bancos y pagando impuestos (que realmente son bajos en comparación a muchos de sus vecinos). Buscando convertirse en las nueva meca de las start-up (compañías emergentes), se planea contar con 25 millones de ciudadanos digitales para el 2020. Solo basta con pagar €100, escribir un e-mail explicando las motivaciones personales e ir a Estonia por única vez a retirar el carnet habilitante. La movida implica todo un cambio en el rol de los Estados asimilando los cambios tecnológicos y permitiendo la ordena convivencia entre sus funciones y la iniciativa de las personas.
Esta pequeña gran nación nos enseña que se puede transformar exitosamente una economía altamente planificada, anacrónica y rentista que acarrea mayor pobreza y corrupción, a una donde se alienta la inversión productiva con la finalidad de brindarle mayores oportunidades y mejor calidad de vida a todos sus habitantes. Todavía quedan muchos desafíos por afrontar, pero las propuestas encaradas desde los sucesivos gobiernos son las adecuadas y el paso del tiempo será el encargado de darles la razón.
Según los datos arrojados en 2016, el Índice de Desarrollo Humano (IDH), es muy alto y el PBI per cápita se encuentra en unos €16.000, lo que lo posiciona en el puesto 44 de las 196 economías relevadas. Al mismo tiempo, la deuda pública cerró en unos 1.987 millones de euros y es una de las más bajas de toda Europa, si la comparamos en relación con el PBI solo representa el 9,4%. El déficit fiscal no es un problema y la flexibilidad laboral ha conseguido aliviar rápidamente la situación de los ciudadanos que perdieron el trabajo en los momentos más duros. Entre aquellos años, el desempleo subió de menos de 6% a más de 16%, pero para el 2012 se evidenciaba una tasa cercana al 10% y para el 2015 ya se encontraba en niveles normales.
Bajo este escenario hoy se encuentra Estonia, sus cuentas están estabilizadas y a la espera de encausar el apabullante desarrollo que supo tener.
Pero, antes de desentrañar las posibilidades con las que se cuenta, es preciso preguntarse, ¿cómo era la realidad antes de lograr la independencia?.
Poco tiempo después de la conquista alemana en París, la URSS el 16 de julio de 1940 denunció a Estonia por realizar conspiraciones contra los intereses soviéticos. Ordenó la inmediata conformación de un nuevo gobierno y la aceptación de la ocupación del territorio por parte de sus fuerzas. Luego de cinco días donde las presiones políticas no se hicieron esperar, la nueva administración títere solicita oficialmente la incorporación al bloque socialista. Inmediatamente alrededor de 100.000 soldados apoyados por 600 tanques y más de 1.000 aviones tomaron el país, blindando sus costas.
La intervención durante 51 años por parte de la Unión Soviética repercutió negativamente en su despliegue económico y bienestar social, volviéndose casi nulo en comparación con otras naciones como Finlandia o Suecia en la que Estonia estaba prácticamente a la par antes de la Segunda Guerra Mundial.
Desde 1986 las manifestaciones nacionalistas se vieron multiplicadas a raíz de la decadente realidad donde proliferaba el desabastecimiento. La independencia finalmente llegó en 1991 y a diferencia de muchas otras ex naciones que formaron parte del bloque, Mart Laar electo Primer Ministro rompió todo tipo de vinculo con Moscú, realizando una rápida transición, liberalizando el por entonces heredado y obsoleto sistema productivo.
Sin perder el tiempo se firmaron tratados de libre comercio con la Unión Europea y los países escandinavos. Es cierto que existió hasta 1994 una fuerte recesión producto de la contundente dependencia que se tenía con el antiguo régimen. Sin embargo, la apertura comercial obligó a las actividades locales a mejorar la competitividad (más que nada en la agricultura y la industria), lo que contribuyó a dinamizar el sistema.
Y desde 1995 hasta 2005 Estonia experimentó un vigoroso crecimiento, alcanzando diversos estándares equiparables con el resto de Europa. Dicho desenvolvimiento le permitió entrar a la Unión Europea, anhelo que varios de los Estados ex-soviéticos todavía están muy lejos de alcanzar.
Ahora bien, ¿cuáles son las características de Estonia para posicionarse de cara a los nuevos desafíos?.
Son varios los elementos distintivos que nos permiten intuir el futuro éxito del país; el equilibrio entre los ingresos y los gastos, la apertura comercial o la baja carga burocrática son solo algunos destacados ejemplos. No obstante, existen dos factores totalmente inéditos que pueden acelerar el desarrollo. El primero está relacionado a la intención de acuñar su propia criptomoneda. Esto quiere decir que la nación está dispuesta a lanzar en el mercado una oferta pública en moneda digital (llamada Estcoin), de la misma forma que se realiza con las acciones de empresas que operan en la bolsa. Los Estcoin estarán garantizados por las autoridades estonias, al igual que las transacciones que se puedan hacer con ellas. La idea es construir un gigante fondo soberano e independiente al estilo Noruego con todo el dinero que ingrese de su venta. También, podría ser utilizado como capital de riesgo para apoyar empresas radicadas en el territorio. Este nuevo medio digital de intercambio ha logrado atraer la mirada de gigantescos grupos inversores globales y Estonia quiere ser de los primeros Estados en aprovechar la situación.
El segundo componente está estrechamente vinculado con el concepto de ciudadanía digital, derecho resguardado por la constitución local. Pero antes de centrarnos en este punto, es trascendental destacar como el país se ha convertido en la primera nación digital de toda Europa. El 97% de las escuelas tienen acceso a Internet, el 94% de los impuestos se procesan vía online y hasta se puede votar con netbook, básicamente se puede acceder a cualquier tipo de servicio a través de la web. Esta fue la manera que encontraron los estonios para librarse de un Estado pesado, a través del avance en las nuevas tecnologías que impulsan el gran salto hacia adelante en materia de progreso, ya que no requiere de siglos de decantación institucional y ahorran cuantiosas cantidades de recursos.
Dicha disposición proporcionó los componentes necesarios para concretar una de las innovaciones más radicales en lo que significa planificación de inversiones. La ciudadanía digital, que no otorga derechos constitucionales, tampoco permite que los extranjeros voten ni exime de visa, pero sí proporciona la capacidad de iniciar negocios allí. Pudiendo acceder al centenar de servicios que el gobierno ofrece por Internet las ventajas económicas y administrativas son verdaderamente gigantescas. Uno de los beneficios más importantes es la posibilidad de abrir una firma que opere dentro de la Unión Europea sin la necesidad de contar con la nacionalidad de ninguno de sus 28 países. El objetivo es que los nuevos residentes contribuyan a la economía abriendo empresas, utilizando sus bancos y pagando impuestos (que realmente son bajos en comparación a muchos de sus vecinos). Buscando convertirse en las nueva meca de las start-up (compañías emergentes), se planea contar con 25 millones de ciudadanos digitales para el 2020. Solo basta con pagar €100, escribir un e-mail explicando las motivaciones personales e ir a Estonia por única vez a retirar el carnet habilitante. La movida implica todo un cambio en el rol de los Estados asimilando los cambios tecnológicos y permitiendo la ordena convivencia entre sus funciones y la iniciativa de las personas.
Esta pequeña gran nación nos enseña que se puede transformar exitosamente una economía altamente planificada, anacrónica y rentista que acarrea mayor pobreza y corrupción, a una donde se alienta la inversión productiva con la finalidad de brindarle mayores oportunidades y mejor calidad de vida a todos sus habitantes. Todavía quedan muchos desafíos por afrontar, pero las propuestas encaradas desde los sucesivos gobiernos son las adecuadas y el paso del tiempo será el encargado de darles la razón.
Autor: Lic. Adrián Arevalo
Mail Contacto: adrianarevalo333@gmail.com
Comentarios
Publicar un comentario