ARABIA SAUDÍ, la crisis del sistema y las necesidades de cambio


Arabia Saudí es la primera potencia económica de Oriente Próximo, su nivel de vida es realmente alto, por encima de los $55.000 de renta per cápita. El país cuenta con una elevada producción de petróleo y su principal sector económico se deriva de esta actividad que representa el 90% de las exportaciones y el 75% de los ingresos del Estado.
La agricultura, pese a recibir importantes inyecciones de la administración pública, es un área poco productiva que solo releva el 2% del PBI y emplea al 5% de la población. Muy distinta es la situación del sector industrial que absorbe la mayoría de la fuerza laboral y proporciona el 66,9% del producto bruto interno. Diagramada la conformación económica básica Saudí nos queda bien en claro la completa dependencia del oro negro.

Por lo tanto, las cosas comienzan a tornarse de claras a oscuras cuando la cotización del barril de petróleo pasa de $114 en 2014 a menos de $80. Pero, más allá de los conflictos geoestratégicos y las típicas fluctuaciones de precio, existen factores estructurales que inducen dicha reducción en el valor. Fundamentalmente, son dos las razones que conforman este nuevo escenario. La primera hace referencia al incremento de la eficiencia energética, cada vez necesitamos menos energía para producir. Las economías de la OCDE, organismo que reúne a las naciones más desarrolladas, hoy consumen de energía primaria el equivalente al año 2000, siendo su producción un 30% superior. El segundo motivo tiene que ver con la innovación y la revolución tecnológico en el campo de las energías renovables y de los combustibles fósiles. El perfeccionamiento del fracking (fractura hidráulica) consiguió disparar la producción en EE.UU, limitando sus importaciones e inundando el mercado de crudo y gas natural.

Inmersos en el contexto de precios bajos, los países productores de hidrocarburos del Golfo Pérsico solo en 2015 perdieron un total de $360.000 millones de ingresos. Este motivo obliga a reconfigurar el armazón económico. Los casos ejemplares son los de Emiratos Árabes Unidos, que planea convertirse en un líder mundial en lo que respecta al turismo, comercio y logística. Y Qatar, que por su parte invierte millones de dólares para transformarse en una nación que produzca y exporte conocimiento. Para ello, están construyendo universidades, laboratorios e incentivando a los científicos a radicarse en el país.

Pero, ¿porqué en Arabia Saudí la conversión puede resultar difícil?.
El trato hacia los derechos humanos son, por decirlo amablemente, muy distintos que en las naciones de occidente. Las mujeres están relegadas durante toda la vida a una condición de inferioridad, no pueden entrar a un cementerio, viajar sin autorización masculina, mostrarse con maquillaje, practicar deportes a la vista de todos, probarse ropa fuera de su casa, etc. Además, las ejecuciones y las torturas son habituales, determinados libros son imposibles de conseguir, los teatros están prohibidos y recién para 2018 se otorgaron licencias para la apertura de los primeros cines. Para empeorar la situación, las protestas son consideradas ilegales y los sindicatos simplemente no existen. La religión y la doctrina fundamentalista del islam son más importante que cualquier otro aspecto de la vida.
Por otra parte, el petróleo permitió pagar todo tipo de facturas y ha acostumbrado a sus ciudadanos a niveles muy elevados de subsidios y rentas. El empleo público se encuentra totalmente desbordado, aproximadamente 2/3 de los saudíes trabajan para el gobierno. El presupuesto militar es excesivo, en este apartado Arabia Saudí se convirtió en el tercer país con mayor gasto de este tipo. Además, el desempleo comienza a ser un problema preocupante (10,7%) , sobre todo entre los más jóvenes, cuya tasa roza el 40%.
Como consecuencia, el Reino acabó con un déficit en 2015 que registra un dato histórico, un 16,9% del PBI (€ 97.692 millones), los números amenaza con lapidar todo el ahorro acumulado. En definitiva, el factor sociocultural y las inconsistencias de un Estado planificado bajo la órbita del derroche dificultan el proceso de transformación.

Ahora bien, ¿qué correcciones se esperan para el futuro?.
Los cambios en el mercado y las tendencias demográficas vuelven inviables la planificación bajo los cánones que dependen del petróleo y el gasto público. El príncipe Mohamed bin Salam, consciente de las dificultades, no tardó en anunciar todo un paquetes de reformas llamadas "Visión 2030". De esta manera, se persigue modificar las estructuras sociales y macroeconómicas de país.  
Para el año 2020 se propusieron lograr la autonomía del petróleo. Para concretar el cambio evaluaron la posibilidad de privatizar parte del capital accionario de Aramco Oil (la mayor empresa petrolera del mundo). Con el dinero obtenido de la privatización, sumando las reservas en el exterior, los ingresos de otras empresas públicas y los bienes inmuebles propiedad del Estado, pretenden constituir un fondo soberano de inversiones de $2 billones. Con todo este capital acumulado se obtendrían activos en el exterior y así, facilitar una renta más predecible y menos volátil.
Al mismo tiempo, se plantean realizar recortes de subsidios, implementar una reforma impositiva, desarrollar nuevos planes de financiamiento, aumentar los impuestos y apostar por otros sectores (minero, militar, financiero y turístico). El objetivo es crear 6 millones de puestos de trabajo para el 2030.  El príncipe también quiere cambiar el sistema educativo, ligado históricamente por los principios del Corán y poco a las necesidades del mercado. 

Varios son los expertos que afirman que es el plan más grande y ambicioso desde que se fundó el país. Sin embargo, aunque en la teoría es posible, en la práctica casi no encontramos ejemplos de naciones con tanta riqueza en recursos que lograron diversificarse y superar su dependencia. En América Latina se han aplicado distintos tipos de políticas a lo largo de su historia, tendientes a concretar esa idea y sin resultados satisfactorios a la vista. Por consiguiente, el verdadero asunto depende de garantizar que estos objetivos sean sensatos y puedan convertirse en realidad. De continuar aplicando el mismo método será inevitable que Arabia Saudí entre en una profunda crisis sistemática.


Autor: Lic. Adrián Arevalo                                                 
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