Entre las transformaciones políticas, sociales y económicas concretadas desde Europa, una de las más fascinantes es la experimentada por Irlanda. Con tan solo 5 millones de habitantes es el segundo país más rico de la Eurozona y pese a la crisis financiera que dio comienzo en 2008 continua teniendo estándares de vida que superan a muchos de sus vecinos.
Lo novedoso es que hace tan solo 30 años la nación exponía datos socioeconómicos similares a los que hoy podemos encontrar en Grecia. Por aquel entonces, la principal actividad era la agricultura y uno de cada cinco estudiantes emigraban a Estados Unidos o Australia. Sin embargo, en la actualidad la pequeña isla se convirtió en una de las mecas tecnológicas del mundo. Muchos especialistas afirman que los buenos resultados se deben exclusivamente a los impuestos bajos, pero este fenómeno es mucha más que solo el reduccionismo explicativo de bajas cargas tributarias. Es cierto que se ofrecen excelentes condiciones en este ámbito, pero otros países como Brunei o Chipre también cuentan con circunstancias parecidas pero no son ni la mitad de ricos.
Irlanda es un país joven, nació como Estado libre y soberano luego de una guerra que culmino en 1922 con la firma del Tratado Anglo-Irlandés. Tras la independencia de la Corona Británica se cortaron todo tipo de relaciones con Londres y los sucesivos gobiernos blindaron sus fronteras para protegerse del comercio internacional. Como resultado de esta acción, se condujo a una crisis casi terminal de la economía. Los ciudadanos comenzaron a emigrar en apenas unas pocas décadas, reduciendo la población a casi la mitad, y la industria nacional nunca logró obtener el empuje planificado. No se contaba con los recursos naturales necesarios y los bienes de capitales, imprescindibles para fomentar el sector manufacturero, eran casi imposibles de adquirir gracias a los excesivos aranceles de importación.
Enmarcado bajo las presiones derivadas por la falta de éxitos, en 1957 el gobierno del Sean Tomas O`Kelly interpretando las dificultades, da un radical giro a la política comercial. El acercamiento con el Reino Unido vino acompañada con un acuerdo de libre comercio y con la pronta entrada en la Comunidad Europea (conocida actualmente como Unión Europea). Pero la apertura hacia un libre mercado no salió tan bien como se esperaba. Los largos años el aislamiento económico y la nacionalización de gran parte del sistema productivo, generaron empresas poco competitivas e innovadoras que no debían esforzarse para ganar el favor de los consumidores. Prácticamente todos los sectores económicos se encontraban en una clara desventaja comparativa respecto de los productos y servicios que se podían adquirir en el exterior (de mejor precio y calidad).
Como era de esperarse, la mayoría de las empresas quebraron y miles de personas perdieron sus puestos de trabajo, ya para 1987 la tasa de desempleo rondaba en el 17%. La emigración volvió a ser todo un dolor de cabeza, el fenómeno conocido como fuga de cerebros comenzó a intensificarse, los estudiantes mejor preparados y cualificados comenzaron a hacer sus maletas para conseguir un trabajo en el extranjero.
Es en esta época donde los dirigentes deciden bajar el impuestos a las sociedades para estimular la inversión externa. Así, multinacionales como Intel, Microsoft o Apple, comenzaron a eligir el país para asentarse. El problema surgió cuando todas estas empresas en vez de montar fábricas productivas, establecieron oficinas como sedes fiscales donde monitoreaban todo el mercado europeo, generando pocos empleos y una escasa contribución a la riqueza.
Por si esto fuera poco, la presiona tributaria sobre los ciudadanos representaba el 60% de sus ingresos, de algún lugar debía salir la financiación de un Estado que continuaba estando presente en casi todas las áreas de la vida cotidiana. Al mismo tiempo, la legislación local no la ponía nada fácil para aquellos que querían invertir, los tramites y las regulaciones burocráticas eras pesadas y extensas.
Empresas quebradas, desocupación en aumento, creciente déficit público y una constante emigración de su población, esta era la postal de Irlanda a fines de los 80.
¿Cómo pudieron revertir el contexto económico?.
En 1987 el gobierno electo de Charles Haughey decide reconfigurar por completo toda la estructura económica. Pese a gobernar con una evidente minoría en ambas Cámaras, logró establecer una serie de medidas que funcionaron como pilares para el crecimiento sostenido. Los irlandeses, conscientes de su situación, se encontraban lo suficientemente maduros para asumir los costos del cambio.
De esta forma, el Primer Ministro entendió que la indiscriminada apertura económica sin antes generar los incentivos y condiciones necesarias que tiendan a mejorar el sistema productivo local, solo conllevaba a repetir los fracasos del pasado. Es por ello, que se aunaron esfuerzos para controlar la profunda deuda pública. Adoptando a diferencia de anteriores administraciones, una reducción en los gastos en vez de la suba de impuestos. Además, concretaron la retirada del control monopólico del Estado en determinadas áreas de la economía. Paralelamente se gestaron políticas para que cada uno de los contribuyentes pudieran sincerar sus situación fiscal, sin penalizarlos ni exigirles el pago de intereses.
Las firmas extranjeras si bien se veían seducidas por las condiciones fiscales, no estaban dispuestas a tomar empleados por las extensas regulaciones dentro del mercado laboral. Este escenario motivó una serie de medidas tendientes a relajar la legislación laboral. También, se buscó llegar a un acuerdo entre las patronales y sindicatos para que los sueldos crecieran al ritmo que crecía la economía del país. Todo este paquete de reformas, lograron disminuir la deuda de un 160% a un 40% para 1999. Al mismo tiempo, el PBI creció anualmente en los 90 un promedio de 7,1%, generando entre 1993 y 1999 un aumento del 35% de la fuerza laboral y una drástica reducción del desempleo en torno al 6%.
A todo el fenómeno se lo conoció como el despegue del tigre Celta, semejante boom económico transformó toda la realidad social. Si bien, es importante remarcar como Irlanda recibió una contundente ayuda de diferentes fondos provenientes de las demás naciones europeas, lo cierto es que a otros países como España, Portugal o Grecia, también se les tendió una mano para financiar el fisco. Sin embargo, los resultados económicos no son ni siquiera comprables con los éxitos perpetuados desde Dublín.
Hoy en día la inversión foránea emplea a casi la mitad de los trabajadores, además aporta 4 de cada 5 euros que se destinan a la producción industrial. El resultado habla por si solo, el nivel salarial de la población ya supera al de los ingleses en varias áreas.
¿Qué desafíos tiene por delante la República?.
Luego de sufrir una feroz crisis financiera interna entre 2008-2013, el país está dando muestras claras de recuperación. La recesión ha quedado en el pasado y para este año se proyecta un incremento de 3,5% del PBI, apoyado esencialmente por el empuje de la demanda interna. Desde diciembre del 2013, se abandonó el rescate planificado por la UE-FMI y se volvió a tener soberanía financiera, el endeudamiento continua paulatinamente disminuyendo (de 105,4% a la salida de la crisis, al actual 74,8%).
El gobierno sigue en pie de guerra para mantener el déficit público bajo control, la tasa de inflación no presenta ningún sobresalto y se estima que la desocupación, que volvió a bajar, cerrará en torno al 7,7%.
A su vez, los inversionistas internacionales recuperaron la confianza y el sector bancario se ha estabilizado. No obstante, estudios realizados por la Autoridad Bancaria Europea, señalan como los bancos siguen siendo vulnerables a las crisis externas debido a su falta de rentabilidad y a la acreditación indiscriminada de préstamos. Otro factor a tener en cuenta es el Brexit, Reino Unido es el principal cliente de Irlanda y una caída de la lira esterlina puede afectar negativamente la balanza comercial entre estas dos naciones. Al mismo tiempo, una futura reforma impositiva llevada a cabo por la administración Trump, podría alentar el retorno de muchas empresas erradicadas desde hace tiempo en la isla, cuestión no menor si consideramos la sustancial importancia que éstas tienen en el diagramo presupuestario irlandés.
Para concluir, Irlanda ha logrado su desarrollo gracias al establecimiento de una política deliberada de promoción de empresas competitivas destinadas a la exportación. El Estado de Derecho está perfectamente asentado y los contratos privados no están atados a los tapujos de los juegos políticos. Sus reglas son claras, sencillas y encausadas en una sola dirección, salir de la decadencia a través de la concreción de oportunidades para a sus ciudadanos. Esta pequeña gran nación nos enseña cómo en solo pocas generaciones se puede mejorar exponencialmente la calidad de vida de la sociedad.
Autor: Lic. Adrián Arevalo
Mail Contacto: adrianarevalo333@gmail.com
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