Cometeríamos un error si analizamos la política formal sin tener presente la influencia de los diferentes lobbies en la toma de decisiones gubernamentales. Pero antes de sumergirnos en este tema conozcamos de donde provienen estas prácticas. Los lobbies son tan antiguos como la política misma, en la edad media los sectores profesionales ya se agrupaban en torno a gremios para tener más poder de influencia frente a los reyes. Por definición, éstos grupos de presión son un colectivo que representa determinados intereses y buscan intervenir en la administración pública para promover legislaciones que contribuyan a maximizar sus beneficios.
Existen lobbies en todos los países del mundo, pero el concepto tal y como hoy lo conocemos nace con la democracia en Estados Unidos, su constitución introdujo una enmienda que ampara el llamado derecho de petición. Lo que significa que cualquier ciudadano tiene el derecho a influir sobre decisiones políticas, pudiendo exigir información sobre los proyectos tratados por el congreso, sugerir cambios y hasta reclamar compensaciones legales.
A partir de acá, poco a poco las empresas, los sindicatos, las ONGs y hasta asociaciones de consumidores, se dieron cuenta que valía la pena invertir una parte de sus ingresos en contratar expertos sin perfil especifico que se relacionen con diferentes funcionarios de gobierno. Así, surgió todo un sector que emplea a miles de personas y mueve millones de dólares en todas partes del mundo.
Pero en definitiva, ¿de qué forma se ejerce esta profesión?.
El trabajo básicamente consiste en reunirse e "informar" a los políticos sobre temas concretos. Como es sabido, los funcionarios no poseen ni el conocimiento ni el expertise en todos y cada uno de los debates contemplados en los órganos legislativos. Y es allí precisamente, donde se comienza a implementar la ocupación.
Un buen lobbista no tiene preferencias políticas, solo debe contar con una carpeta llena de contactos que incluyan autoridades de alto rango. No obstante, quienes practican este rol, se consideran algo así como un agente de negocios, un visionario que descubre las necesidades que el gobierno todavía no ha podido detectar.
El conflicto surge cuando los intereses antagónicos de los diferentes lobbistas chocan entre sí, generando un fuerte nicho de corrupción en el seno de la política. También podemos observar como muchas de las campañas son financiadas por estos grupos, generando favores que deben ser recompensados si los resultados electorales son los esperados.
Dicho contexto, llevó al entonces presidente Clinton a sancionar en 1995 la ley de regulación del lobby, la cual consta de dos etapas: el registro y la divulgación pública de información. Por supuesto que este tipo de leyes no puede evitar que existan casos de sobornos, pero por lo menos es un primer paso para controlar la función que tanto daño le hacen a la salud institucional de un país.
Actualmente existe una tradición jurídica similar a la Norteamericana en los países angloparlantes, Canadá, Reino Unido, Australia o Nueva Zelanda son solo algunos casos, pero la realidad es muy distinta si observamos el resto del mundo. En Latinoamérica prácticamente ninguna nación regula la actividad. Solo Argentina en el 2017 envió un proyecto de ley con similares características que todavía debe ser tratado por el Congreso. En la Eurozona existe algo parecido desde el 2008, pero el registro en cambio solo es optativo. Como consecuencia, los organismos de transparencia institucional estiman que en Bruselas existen alrededor de 30.000 mil lobbistas, cifra que se encuentra muy por encima de los 10.000 mil registrados en Washington.
Actualmente existe una tradición jurídica similar a la Norteamericana en los países angloparlantes, Canadá, Reino Unido, Australia o Nueva Zelanda son solo algunos casos, pero la realidad es muy distinta si observamos el resto del mundo. En Latinoamérica prácticamente ninguna nación regula la actividad. Solo Argentina en el 2017 envió un proyecto de ley con similares características que todavía debe ser tratado por el Congreso. En la Eurozona existe algo parecido desde el 2008, pero el registro en cambio solo es optativo. Como consecuencia, los organismos de transparencia institucional estiman que en Bruselas existen alrededor de 30.000 mil lobbistas, cifra que se encuentra muy por encima de los 10.000 mil registrados en Washington.
El escenario político lamentablemente se ha acostumbrado a tal grado que acepta estas influencias como si se tratara de un derecho natural. Nunca hay que olvidarse que los lobbies protegen intereses corporativos que en la mayoría de los casos vulneran ya no solo la voluntad de la mayoría sino que atropellan los derechos individuales de aquellos ciudadanos que por medio del sufragio sentaron en una banca a un representante partidario. Este fenómeno resquebraja todos los cimientos de la república, genera empresarios cómodos que se ven favorecidos por las bondades del Estado. Sostiene modelos que solo son viales a través de ese régimen de negocios, no solo destruye capital institucional, sino que también tiende a generar efectos terribles en la economía de las naciones. El ejercicio de una democracia que cada día exige mejores niveles de transparencia se ve opacada por individuos que juegan a emular viejas cortes medievales pidiendo los beneplácitos del monarca.
Autor: Lic. Adrián Arevalo
Mail Contacto: adrianarevalo333@gmail.com
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