ÁFRICA, ¿la nueva zona de influencia CHINA?


Hace décadas que el gigante asiático presenta un especial interés en propagar no solo su presencia comercial, sino también su influencia política y militar en el continente africano como parte de una estrategia de expansión global. 

Luego de acceder a su segundo mandato, el actual presidente Xi Jinping rápidamente eligió a África como el destino de su primera gira en el exterior. La visita no es mera casualidad, el continente se ha convertido en el arquetipo del nuevo orden configurado por Pekín. El caso angoleño, basado en la concesión de ayuda financiera a cambio de una retribución en recursos naturales, se expande aceleradamente entre las diversas naciones africanas.
De todas formas, las promesas de inversiones también acompañan el diagramado del modelo. En 2015 China se comprometió a duplicar el desembolso de capitales, éstos alcanzaran para el año 2020 los 60.000 millones de dólares. Y aunque su presencia se haya diversificado, abarcando desde la infraestructura hasta la producción manufacturera, las dos terceras partes de las compras chinas al continente continúan siendo materias primas. Este escenario ha sido fuente de varias críticas de parte de algunos mandatarios africanos. Es por ello, que en los últimos años China ha afinado su accionar, expandiendo su presencia a los servicios de salud y educación. Cada vez con más frecuencia se pueden observar a médicos chinos atendiendo en salas, clínicas y hospitales, o luchando contra los brotes de ébola, malaria o tuberculosis.

La República Popular China supo, inteligentemente, aprovechar el hecho de que su presencia no ocasione los mismos miedos y rencores generados por los abusos coloniales suscitados por los europeos. Mientras que Europa, guiado por el pasado culposo, concede asistencia humanitaria y condonaciones de deuda, Pekín ofrece proyectos de inversiones y oportunidades al comercio.
Desde una perspectiva política, los vínculos entre China y los gobiernos africanos se sustentan a partir de los principios de la "no interferencia". Éstos fueron diseñados por el Primer Ministro Chino Zhou Enlai en 1954 y forman parte de cinco normas que sostienen la coexistencia pacífica entre las partes. En la década de los 90 y luego del fin de la Guerra Fría, varias potencias, intuyendo que no sería una región de gran importancia geopolítica, relajaron sus relaciones con África. Por el contrario, China incursionó con fuerza en el continente, incluso en las economías más inestables, muchas de ellas devastadas por conflictos civiles como Sudán o Zimbabue.

Intereses Económicos
En 1999 China comienza a dar un radical giro a su desarrollo económico, guiado por la búsqueda de una mayor presencia en los mercados internacionales, las relaciones con África entran en una nueva etapa. En consecuencia, ya para el año 2000 se crea el "Foro para la Cooperación China - África" (FOCAC), un mecanismo de consulta entre el gigante asiático y las naciones africanas. Este foro se reúne cada tres años y ha creado un mecanismo de diálogo multilateral entre mandatarios, ministros y altos funcionarios.
El interés de China por África es evidente, solo basta con analizar la inversión extranjera directa (IED). Para el año 2016 el IED alcanzó los 36.100 millones de dólares, muy por delante de los 3.900 millones invertidos por Estados Unidos. Si observamos los puestos de trabajo, encontraremos que los proyectos iniciados por los capitales chinos generaron 38.417 nuevos empleos de forma directa, más del triple que los estadounidenses (11.430). Ahora bien, la mayoría de las IED se hallan en manos de un minúsculo grupo de empresas estatales, aunque sorprende el aumento progresivo y constante de las pymes asiáticas. Según informes elaborados por el FOCAC, ya son más de dos mil las entidades empresariales chinas radicadas en la región.
El creciente interés se sustenta en dos hechos fundamentales. Por un lado, el acelerado crecimiento del sector industrial chino provocó un incremento en la demanda interna de recursos naturales, precisamente para mantener y empujar dicha productividad manufacturera. China importa petróleo de Angola, Sudan y Nigeria, manganeso de Ghana y Gabón, algodón de Burkina Faso y Benín, etc. En definitiva, África proporciona aproximadamente un 30% de las necesidades Chinas. Por otro lado, se estima que la población africana crecerá para el año 2050 en más de mil doscientos millones de personas. Este hecho, sumado a una clase media en franca expansión, coloca al mercado africano como un importante y potencial nicho de bienes y servicios.
De todas maneras, China presenta ventajas comparativas respecto del resto de los inversores extranjeros. La fuerza y entereza de los negocios se ven apoyados por el accionar de sus firmas financieras, más específicamente por el Chinees Eximbank y el China Developmente Bank. Según la agencia oficial de noticias Xinhua, éstas dos entidades bancarias han otorgado prestamos por más de 67.200 millones de dólares en la última década. La cifra supera con creces los giros bancarios relevados por el Banco Mundial, unos 12.000 millones de dólares. Además, las condiciones financieras otorgadas por estos dos bancos son verdaderamente atractivas, las tasas de interés giran en torno al 2,9% para préstamos de más de 20 años. Aun así, debemos remarcar que todas las inversiones encaradas deben realizarse con mano de obra, proveedores y subcontratistas chinos.

Intereses Estratégicos
Mientras que la administración Trump progresivamente recorta en millones de dólares sus aportes a las misiones de paz de la ONU y reduce su presencia militar en África, China adoptó un rumbo inverso.  El gigante asiático ha expandido sus lazos militares en los últimos años. Por ejemplo, desde el 2008 una parte importante de la marina de guerra china fue desplegada en las aguas del Golfo de Adén, Somalia, con el pretexto de proteger su comercio de la piratería naval. Asimismo, China se comprometió a realizar un aporte de 100 millones de dólares a las fuerzas de reserva de la Unión Africana, además de aportar 1.000 millones de dólares al Fondo Fiduciario de Paz de la ONU.
El 2016 fue un año trascendental en las aspiraciones diagramadas por Pekín. Luego de largas negociaciones se acordó con el gobierno de Yibuti la construcción de una base militar en Obock (una pequeña ciudad portuaria de 21.000 habitantes, ubicada al norte del golfo de Tadjoura). La localización responde a intereses claramente geopolíticos. Esta es una zona relevante para el abastecimiento energético del mundo, presenta una cercanía con el Océano Indico, el Mar Rojo y con ello al canal de Suez, la puerta de entrada al Mediterráneo y a los mercados europeos. Por esta ruta transitan miles de navíos que transportan millones de barriles de petróleo, éstos representan aproximadamente el 35% de la demanda energética de Europa. En síntesis, Pekín espera que Yibuti sirva como antecedente para expandir su influencia militar al resto de la región, para así controlar y resguardar su proyecto más ambicioso, la Nueva Ruta de la Seda.

Como hemos señalado, China ha apostado de lleno por África, la fuerza y el empuje suscitado por el dragón asiático parece no tener un techo definido. Debemos tener presente que los países africanos también proporcionan un contundente apoyo diplomático hacia las directrices chinas en los foros de debate internacional. En definitiva, el continente no solo es visto como una importante fuente de recursos naturales, sino que también le otorga a China la legitimidad política necesaria para proyectar su modelo de desarrollo a gran escala.



Autor: Lic. Adrian Arevalo 
Mail Contacto: adrianarevalo333@gmail.com

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