¿Qué secretos esconde la economía en ALEMANIA?


Alemania parece haber encontrado la fórmula secreta de la prosperidad y el bienestar general. El sistema económico ha logrado superar airosamente los shocks petroleros de los 70 y 80, el difícil proceso de reunificación en los 90 y la recesión global del 2008 - 2009. Actualmente, parece ser el único país que impide una posible crisis de la zona euro.

Al terminar la Segunda Guerra Mundial, todas las economías de Europa se encontraban desbastadas. La necesidad de una rápida recuperación condujo a los Estados Unidos a implementar el Plan Marshall, que significó un gigantesco fondo de financiación destinado a reconstruir las estructuras productivas europeas. Por consiguiente, cada uno de los países utilizó el dinero de manera diferente. Por ejemplo, el gobierno francés implementó de la mano de Charles De Gaulle el llamado "Dirigismo". Esta teoría política-económica, consistió en la intervención de las grandes corporaciones, colocando al Estado como accionista mayoritario, para promover la modernización de su base industrial. 
En Alemania el modelo fue muy distinto, los gobiernos gestionaron la economía local tratando de evitar a toda costa un desequilibrio excesivo entre ingresos y gastos. Comprendieron que la estabilización de los factores macros es indispensable a la hora de acomodar los valores micros. La corriente ideológica que hizo posible el milagro es conocida como ordoliberalismo o economía social de mercado. Para encontrar sus orígenes nos debemos remitir a la década del 30, donde un grupo de economistas, liderados por Walter Eucken, trabajaban en la Universidad de Friburgo en búsqueda de soluciones para los daños causados por la Gran Depresión del 29. 
Con la llegada del nazismo al poder, la corriente de pensamiento no tuvo ningún tipo de injerencia. Finalmente, los postulados teóricos se pusieron en marcha para 1949 en la Alemania Federal.
Euken diseñó un modelo en el que el Estado debe limitarse a fijar las reglas para que el mercado y las competencias funcionen, absteniéndose del estímulo activo por el que abogaba Keynes. Es un sistema basado en la cooperación y el consenso de todo el entramado socio-económico. Si bien, el Estado no dirige el proceso económico en sí mismo, se permite la focalización de determinadas políticas sociales, dejando interactuar libremente al resto de las fuerzas del mercado.
Este es el marco teórico general, de aquí se van a desprender todos los mecanismos decisorios descritos en los siguientes apartados.  

Modelo y planificación de negocios.
La unificación nacional llegó en 1871 bajo las directrices de Otto von Bismarck, que logró reunir y organizar políticamente a los 27 territorios gobernados por diferentes castas reales. Estos distritos habían atravesado por un impresionante crecimiento autónomo y acelerado durante la etapa de la revolución industrial. Y, precisamente, es en esta época donde hallamos el primer antecedente histórico conocido actualmente como Mittelstand (empresas pequeñas y medianas). Dicho formato productivo tiene una vital importancia en todo el engranaje socioeconómico. Según los especialistas, conforman el 95% de la economía, representan un pieza fundamental en el financiamiento estatal y emplean a millones de ciudadanos. A diferencia del modelo anglosajón, centrado en la maximización de las utilidades para los accionistas, los Mittelstand generalmente son estructuras familiares con planes largoplacistas, fuertes inversiones en la capacitación del personal, elevado sentido de la responsabilidad social y marcado regionalismo.  
Alemania fundamentalmente alienta la creación de empresas con una plantilla que gira en torno a 50 - 200 asalariados. Pero, a diferencia de la percepción colectiva y a pesar de su tamaño, el gobierno las deja actuar y competir libremente en los mercados internacionales. El Estado no las protege de la competencia externa (Alemania es un férreo defensor del libre comercio), tampoco lo hace de manera exhaustiva puertas adentro. Más bien, confía plenamente en sus capacidades y les brinda un amplio abanico de financiamiento que ayuda a expandir su actividad. Como resultado, el país se ha posicionado entre los tres primeros exportadores mundiales en las últimas décadas. Demostrando así la eficiencia del sistema a la hora de medirse a nivel global en sectores con alto valor agregado que requieren de una fuerza laboral altamente calificada.
Mientras que el comercio mundial parece estar dominado por el accionar de grandes multinacionales, el modelo alemán se presenta como una alternativa fiable, descentralizada y menos riesgosa. 

Tipo de cambio, prudencia fiscal y paquetes de reformas.
Sin lugar a dudas, Alemania salió fuertemente beneficiada con la aparición del euro en 1999. Al asociarse con países europeos cuyas economías eran más precarias, se adoptó una moneda más débil que ayudó a impulsar las exportaciones nacionales hacia todas las direcciones. No es mera casualidad que la balanza comercial teutónica haya pasado de estadios en equilibrio (con leves márgenes de ganancias), a un gigantesco superávit de más de 250.000 millones de euros, sólo en 2015, según los datos elaborados por Eurostat. 
Pero esta situación se encarga de explicar una parte de la bonanza económica actual. Otro factor fundamental, gira en torno a los niveles relativamente bajos de deuda pública y privada.

Durante los años 90, el crédito barato inundó prácticamente todos los mercados europeos, el objetivo era claro, se buscó acelerar artificialmente los procesos de desarrollo. Sin embargo, Alemania fue una excepción a la regla, sus empresas e individuos procuraron no gastar más de lo que podían. Por lo menos, así lo afirma el doctor en economía David Kohl, quien reconoce dos causas del fenómeno. La primera está estrechamente vinculada a la estabilidad en las tasas de interés real, muy distinta fue la realidad del resto de Europa. La segunda tiene una importante influencia cultural: a los alemanes le incomoda el concepto de pedir dinero prestado y prefieren vivir dentro de sus posibilidades. La combinación de ambos factores, generaron una solida defensa frente a los procesos recesivos. A diferencia de sus vecinos, las compañías y consumidores no necesitaron recortar los gastos para reducir sus deudas cuando los bancos limitaron los préstamos a inicios de la crisis financiera internacional. 
Ahora bien, si analizamos las cuentas en el sector público nos encontraremos con una realidad parecida. La nación en 2017 obtuvo un superávit fiscal récord de unos $45.100 millones. Los ingresos del Estado fueron muy superiores a sus gastos, y significaron el 1,1% del Producto Bruto Interno (PBI). Con este resultado, el motor industrial de Europa se sitúa muy lejos del límite introducido por el Tratado de Maastrich, que establece un déficit máximo de 3% del PBI sobre los balances públicos de todas las economías involucradas en la eurozona. 
Además, existen otros datos que también son alentadores. La cuota de endeudamiento público muestra una profunda desaceleración desde el 2010. El Bundesbank informó que para este año la deuda pública alemana será de 68,3% del PBI, muy por debajo de aquel 81% que se había registrado en el 2012. Si contrastamos las cifras con otros importantes referentes europeos, observaremos que la deuda pública en Francia representa un 97%, en España es de 98,3% y en Italia alcanza el 156%.

Tampoco debemos pasar por alto todo el programa de reformas iniciadas en el 2003, tendientes a modificar la estructura del mercado laboral. En Alemania, los gremios y las patronales tienen un rol fundamental en el diseño del tejido social. La integración de los dos mundos es tal, que por ley, los sindicatos están representados en la junta directiva de todas las empresas. De esta forma, la pacífica y ordenada convivencia permite coordinar positivamente el salario y la productividad, teniendo como meta el aumento real del poder adquisitivo y el mantenimiento de los puestos de trabajo. 
Aun así, las correcciones llevadas a cabo por el gobierno lograron, luego de un periodo de acomodación, reactivar el desempeño empresarial y el consumo. Las medidas sentaron las bases de un mercado laboral más flexible y estable. Mientras que el desempleo en Estados Unidos se disparó a inicios de la crisis internacional del 2008, el número de desocupados en Alemania casi no sufrió modificaciones. Un importante sector de los trabajadores alemanes aceptaron reducir su jornada laboral, sabiendo que así podrían mantener sus puestos de trabajo. De hecho, a contramano de lo que se podría suponer, la liberalización del mercado laboral mejoró sustancialmente la tasa anualizada del salario medio: de 37.200 euros en 2003 a 49.450 euros en 2017.

En definitiva, la credibilidad y estabilidad macroeconómica permitieron generar un sistema virtuoso. Los sucesivos gobiernos no optaron por abusar del déficit público, de esta forma, no contribuyeron a generar ningún tipo de incertidumbre entre los inversionistas acerca de su solvencia. Tanto empresarios como trabajadores son conscientes de que no van a ser víctimas de impagos, fuertes devaluaciones o estrepitosas variaciones impositivas. El buen comportamiento de la economía alemana tampoco se debe a que se haya estimulado artificialmente el consumo interno vía salarios o créditos. Más bien, pasa todo lo contrario, el ahorro y la capitalización empresarial e individual han sido la pauta general que sustenta la economía social de mercado. Se prioriza la creación de riqueza, solo así se pueden redistribuir cooperativamente los beneficios. 


Autor: Lic. Adrian Arevalo
Mail Contacto: adrianarevalo333@gmail.com

Comentarios

Publicar un comentario