AUSTRALIA, una nación sin crisis


Australia es uno de los países más ricos del mundo y cuenta con una calidad de vida extremadamente elevada, no es casualidad que el popular semanario The Economist año tras año coloque a Melbourne como la mejor ciudad para vivir. Además, no muy lejos en el ranking se encuentran otros grandes centros urbanos como Sídney, Adelaida o Perth. 
Aun así, existe un fenómeno incuestionable y que es fuente de estudio para diversos analistas internacionales. Desde 1991, y por 27 años consecutivos, la economía local no conoce la palabra crisis. El mercado australiano, como si se tratara de una locomotora, ha batido el récord histórico de crecimiento prolongado, destronando del podio a Holanda quien ostentaba la suma de 25 años sin padecer algún ciclo recesivo.

La racha experimentada es doblemente meritoria y más cuando tenemos en cuenta la importancia del sector primario dentro de las finanzas públicas. El colapso en los precios internacionales de las materias primas durante la crisis internacional iniciada en el 2009 se presentaba como el escenario perfecto, amenazaba con destapar las debilidades del modelo. Sin embargo, la robustez de la estructura económica resistió el impacto con una entereza envidiable y se dio el lujo de crecer en promedio un 2,6% en los años más difíciles.  

Pero, ¿qué elementos configuran el éxito a la hora de sortear las crisis?.
Con un panorama semejante no resulta para nada extraño que el país se haya convertido paulatinamente en el destino de aquellas personas que anhelan un futuro prometedor. Y la inmigración no solo proviene de sectores medios que empujan la productividad en diversas áreas, tan solo en 2016 más de 11.000 millonarios se han erradicado en la gigantesca isla tentados por participar del nuevo "sueño australiano". 
La llegada de tantos millonarios responde a un dinámica de claros incentivos, actualmente la nación ocupa el puesto número quince en el ranking Doing Buisness (que asigna la facilidad para hacer negocios), los servicios son de excelencia, el sistema judicial es percibido como eficiente, las cargas impositivas son realmente bajas y con una inversión directa de $750.000 dólares se obtiene la residencia definitiva. 

Es preciso remarcar como los procesos de reformas que dotaron a Australia de la suficiente flexibilidad para readaptarse a los primeros síntomas de una crisis no se construyeron de un día para el otro. Estos comenzaron a mediados de los 80 y se atenuaron a principios de los 90 durante el mandato de Paul Keating como Primer Ministro. La apertura hacia los mercados internacionales y las firmas de tratados de libre comercio fueron piezas fundamentales de todo el engranaje, una economía tan dependiente del sector minero necesita inexorablemente de clientes extranjeros. Otras medidas destacadas fueron: la desregulación del sistema financiero y la libre flotación del dólar australiano (a partir de 1983). También, hay que sumar la política conocida como superannution, que consiste en el diseño del plan de pensiones (evaluado como el mejor de Asia Pacífico) y que proporcionó cuantiosas cantidades de ahorro para la economía nacional. Se trata de un sistema de capitalización individual que se fundamenta en tres pilares: aportes a cargo del empleador, ahorro individual y una pequeña contribución Estatal.  

Tampoco debemos dejar pasar la importancia que tiene la política monetaria. Con el objetivo de volver más atractivos sus principales productos exportables, es común observar como la moneda local (dólar australiano) se devalúe frente al dólar estadounidense. Sin embargo, el proceso inflacionario nunca tuvo un trascendental impacto en la vida cotidiana de los ciudadanos. Un claro ejemplo fue lo sucedido en 2015, donde la moneda se deprecio en promedio un 20% y no existió ningún sobresalto en los índices generales de precios. Es más, el país expone una inflación que ha ido a la baja en los últimos años. Esto se debe, en gran medida, a la tarea que el Reserve Bank of Australia (RBA) lleva a cabo, ya que no convalida monetariamente dicha devaluación y procura ajustar los tipos de interés para mantener un equilibrio en los contextos expansivos y contractivos. 

De todas maneras, la posición geoestratégica cumple un rol trascendental en el diagramado económico local. Australia es una nación minera por definición, cuenta con una impresionante reserva de materias primas. Debajo de sus suelos hallamos los recursos más grandes del mundo en oro, hierro, plomo, rutilo, níquel, zinc, circonio y uranio. Además, es el mayor productor de hierro, circonio, bauxita, rutilo e ilmenita, el segundo en oro, litio, manganeso, zinc y plomo, el tercero en uranio y el cuarto en níquel, carbón y plata. Solo en 2016, el país obtuvo beneficios de exportación por un total de $160.000 millones de dólares. Pero, si observamos los destinos de sus bienes nos encontramos que las exportaciones a China representaron aproximadamente $55.000 millones, a Japón $19.000 millones y a Corea del Sur $11.000 millones. Con este panorama nos queda bien en claro que Australia aprovechó el boom económico chino y el acelerado proceso de desarrollo asiático para alejarse del grupo de naciones recesivas durante los años de la crisis económica internacional.
Ahora bien, el caso australiano hecha por la borda aquella vieja obsesión de algunos políticos que afirman con total liviandad cómo los modelos manufactureros son los únicos capaces de encausar el sano bienestar social. Sin ir más lejos, la isla también puede presumir de otro gran logro, ocupar el segundo lugar en el Índice de Desarrollo Humano (IDH), solo por detrás de Noruega (otra nación que basa su economía en la explotación de materias primas).

Australia comprendió que para derrochar bienestar primero hace falta generar riqueza y ésta es independiente del modelo productivo que se elija. Obviamente, acentuar la actividad en aquellas áreas donde se presentan ventajas comparativas, para luego ir desarrollando otros sectores, no es más que una clara muestra de inteligencia. Sólo fomentando el crecimiento se transforma la calidad vida de la población, y para ello, se necesita incentivar exhaustivamente la inversión. Esta última se construye no solo en base al ahorro, sino también a la acumulación de otros factores como: capital físico, capital humano, capital social y capital institucional. Todos elementos que abundan en la isla y que proporcionaron una solida estructura socioeconómica que lleva 27 años de continua prosperidad. 


Autor: Lic. Adrián Arevalo                                                 
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