¿Qué pasó con las potencias emergentes "BRICS" ?


Desde comienzos del nuevo siglo parece existir un consenso colectivo de que el mundo se encuentra en una etapa en donde el poder parece estar mucho más desconcentrado que hace 30 años atrás. La realidad internacional nos demuestra que hoy varias naciones se posicionan en mejores condiciones, permitiéndoles acceder a una categoría superior de influencia y así ejercer una mayor presión en el diagramado de política internacional. Sin embargo, todavía no podemos afirmar la presencia de un mundo multipolar.
El ejemplo más claro es aquella diagramada por el grupo de países conocido como BRICS, el bloque nace como respuesta al estudio realizado por el conglomerado de inversiones Goldman Sachs. Éste analizó las capacidades económicas e identificó a los mercados que, por su tamaño, dimensión y potencial de crecimiento, podrían convertirse en los futuros protagonistas de la economía global. Como era de esperarse, Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica actuaron rápidamente con el objetivo de legitimar e intensificar su presencia dentro del sistema internacional. De esta forma, los BRICS en principio surgieron bajo una lógica estrictamente económica para ir transformándose paulatinamente en un foro informal de países que buscan incidir en los debates de gobernabilidad mundial. 

Su gigantesca población y su estratégica posición dentro de cada uno de los continentes convertían a estas naciones en un importante atractivo para las inversiones y el comercio. Y más aun, si tenemos en cuenta como estos países se volvieron los principales motores de crecimiento de un mundo bastante convulsionado en la última década. Sin embargo, los BRICS tampoco fueron ajenos a la profunda crisis económica del 2008. El impacto sufrido golpeó negativamente el desarrollo industrial y su flujo de bienes exportables. También profundizó la caída en las inversiones extranjeras y la capacidad que tenían sus fuerzas productivas a la hora de gestar nuevos y mejores empleos. Aún así, la mayoría de las consultoras no suponían que la crisis pudiera actuar como un freno importante en el imparable ascenso de los intereses desatados por el bloque. El argumento principal se basaba en la solides de sus bancos. Éstos se encontraban a salvo de los problemas hipotecarios que afectaban a los Estados Unidos y las burbujas financieras que azotaban a Europa.        

Ahora bien, muchos analistas pecaron de optimismo acerca de la proyección de estos países como potencias emergentes y subestimaron los efectos de la crisis. La mirada externa y la percepción propia construyeron una retorica inicial acerca del futuro que no se tradujeron en verdaderas cuotas de poder. Hoy, varios años después, poco se habla de este grupo y la realidad demuestra como cada uno de los miembro se encuentra enfrentando sus propios desafíos internos. Así, la promesa de los BRICS de un rápido y sustentable crecimiento conjunto se fue diluyendo con el tiempo.
No podemos negar la clara predisposición a exagerar el poder real de los BRICS por parte de los gurúes de la política. Este escenario solo provocó una aceleración de las perspectivas y tendencias que deberían ocupar estos países. No se tuvieron en cuenta otras condiciones necesarias para acceder a la categoría de potencias como: la capacidad de presión política, la fuerza militar o la influencia cultural. Prácticamente se empujó a estas naciones a mantener estándares que están por encima de su condición, sobrevalorando sus cualidades y posibilidades actuales. Se cayó en la tentación del autoengaño y en la cociente omisión del resto de los atributos necesarios para mantener el status de potencia.   
De hecho, el grupo ni siquiera se ha caracterizado por tener una gran capacidad de cooperación en la escena internacional. Es más, muchas veces las posiciones de sus miembros resultaban ser antagónicas. Cuestiones que quedaron reflejadas dentro de los debates generados en los foros mundiales como el G-20, la Organización Mundial del Comercio (OMC) o la cumbre climática de París. Lo que a las claras demuestra la incapacidad de generar canales internos de dialogo tendientes a la construcción de un agenda política conjunta.

¿Cómo está la economía de los BRICS a 12 años de su fundación?.


Sumido en una crisis política y social, Brasil está atravesando uno de los momentos más difíciles de toda su historia. Dejemos de lado el tema de la corrupción donde nada está claro. Tampoco analizaremos el impeachment o los juicios políticos que, dependiendo la perspectiva e intereses de quien lo juzgue, pueden ser interpretados como parte de un proceso constitucional o como un golpe blando a la democracia. Lo cierto es que el principal problema que ha derivado en toda la crisis institucional es el parón sufrido por su economía. En 2015 el PBI se desplomó un 3,8%, los años siguientes no fueron mucho mejores, la caía ha sido constantes, recién para este año se espera un pequeño repunte de sus cuentas. 
Las razones que explican el estrepitoso declive económico son varias, aunque existen factores que han sido primordiales. El más destacado es la caída del consumo interno, principal motor de la industria y el comercio local. Otra cuestión importante es la inflación, producto de la intervención del gobierno en su afán de expandir artificialmente la demanda (subvencionando el consumo, controlando precios, emitiendo moneda, etc.). También debemos tener presente que Brasil solo representa un 1,2% del comercio mundial. Esto significa que, aunque sea un gigante dentro de la región, cuando sale a jugar en una liga mucho más grande su tamaño de reduce considerablemente.
Si a este contexto le agregamos la desconfianza del capital extranjero (debido a los casos de corrupción). Y además, sumamos la deuda externa que, durante la presidencia de Dilma Rousseff no ha parado de crecer (78,32% del PBI), tenemos una combinación que lapida a una de las grandes promesas de los BRICS.  


Por su parte, Rusia logró atravesar la crisis global con cierta entereza. Sin embargo, el país dirigido con puño de hierro por Vladimir Putin no ha podido superar la dependencia  del petróleo y gas, actividades que supone el 50% del PBI nacional. La caída de los precios en estos dos bienes no ha beneficiado a sus cuentas públicas, cuentas que de por sí ya presenta más dudas que certezas.
La tensa situación política y militar con Ucrania provocaron duras sanciones internacionales que acentuaron la contracción de la economía. Los datos oficiales del Banco Mundial determinan que en 2015 se perdió un 3,5% del PBI. Y si bien,  para el 2018 se esperan mejores números que en los años anteriores, no se aguarda ningún boom de crecimiento a futuro. Las cuestiones geoestratégicas, las decisiones sobre política exterior y el esqueleto productivo están ahogando a la potencia militar de los BRICS.  


India es la que muestra mejores perspectivas, es una de las excepciones de la aparente decadencia que asola a los BRICS. La tasa de crecimiento durante la última década osciló por encima de un 5,8%. La mayoría de las consultoras internacionales afirman que estos índices se mantendrán constantes.
La nación sigue siendo en líneas generales, bastante atractiva para la inversión y el comercio. En términos políticos, su democracia (la más populosa del mundo) ha favorecido el clima de confianza para las empresas extranjeras, la apuesta por fomentar una actividad económica con mayor valor agregado está dando frutos. El mercado interno poco a poco va gestando una joven clase media que impulsa el consumo de marcas nacionales y que refleja una mejora en los niveles educativos. Además de la solidez económica, la India cuenta con fuerza militar y con poderío nuclear. No obstante, todavía queda un largo camino para resolver la profunda pobreza y desigualdad social, asegurando así, su legitimidad como potencia.


China, el país más poblado del planeta se ha convertido en líder absoluto en cuanto a crecimiento del PBI. Las transformaciones desatadas por el empuje de sus fuerzas productivas significaron una impresionante renovación de toda la estructura social. Pero, aunque continua aumentando su riqueza, ésta lo hace a tasas inferiores a lo que nos tenía acostumbrados. Las metas de un solo dígito paradójicamente parecen decepcionantes, en China hace unos pocos años esos valores oscilaban entre el 10 y el 14%.
La desaceleración es producto del propio modelo chino, basado en la fabricación de todo tipo de bienes a gran escala pero con un intermedio valor agregado. Este sistema no ha podido sostener el incremento del nivel de vida y la demanda de productos del exterior por parte de la ciudadana. De todas maneras, la situación se encuentra lejos de ser dramática. 
El camino para afianzar la prosperidad en China pasa por un cambio en los bienes a producir, debe enfocarse en productos industriales con mayores márgenes de ganancias. Este proceso si bien ya ha comenzado, todavía no explotó de forma definitiva. Algunas firmas tecnológicas chinas lograron relativo éxito en los mercados internacionales como Lenovo o Huawei, pero todavía falta consolidar el protagonismo en otras áreas industriales. 


Todos los factores que caracterizaron a Sudáfrica como potencia regional hoy están en crisis. Su economía nunca he terminado de despegar, por lo menos, no al ritmo de los miembros anteriores. Además, el aumento de la xenofobia está gestando los primeros indicios de una conflictividad social que tiene un tradicional enclave dentro de la historia del país. La situación económica europea, principal socio de la nación, no ayuda a aliviar el delicado estado de sus finanzas. Como consecuencia, en 2016 se aprobó un plan de austeridad para equilibrar los agujeros fiscales. El 2017 no fue mucho mejor, se implementó un alza general de los impuestos que, sumados a la inflación (6,4%), afectó negativamente al consumo local. 
En el horizonte africano comienzan a aparecer otras naciones que reclaman la posición de potencia en el continente, Nigeria y Egipto son dos claros ejemplos. Sudáfrica, el eslabón más débil y el ultimo en unirse a los BRICS, debe trabajar y mucho si quiere continuar formando parte del selecto grupo. 

Algo nos debe quedar claro, los BRICS no suponen una amenaza a la estabilidad mundial, no plantean un cambio radical en los manejos económicos. Cuestionan el orden internacional, reclaman mayores espacios de participación y buscan maximizar sus beneficios dentro de los mecanismos globales de decisión. Si se pretenden lograr esos objetivos, en mucho de los casos, primero será necesario poner en orden la casa para luego salir a jugar en el tablero de la política mundial. Solucionar los problemas que afectan directamente a su población es indispensable, solo así podrán replantear una estrategia política cohesionada en el exterior. 
La carta de presentación del grupo siempre fueron sus excesivas tasas de crecimiento, tasas que ya no son las mismas. Se podría decir que perdieron el necesario atractivo para que el resto de países en vías de desarrollo se amalgamen con su causa. No hay que olvidar que se espera una pronta recuperación de Europa y un fortalecimiento de los Estados Unidos, elementos que podrían castigar aún más la posición actual de los BRICS.


Autor: Lic. Adrián Arevalo                                                 
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